CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
‘París, 1940’
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión26-01-2003
Se escapa el mes de las rebajas y aún no empecé a cumplir el compromiso con mis lectores para este año. No lo dejaré para más adelante, pues suprimir preparaciones y aplazamientos ayuda a cumplir objetivos. Espero, así, no convenir con Sabina en cantar eso de: “Mal y tarde estoy cumpliendo la palabra que te di cuando juré escribirte una canción”. La veta color de esperanza que promete abrir brecha en la oscuridad de este tiempo vino a fin de mes de mano del teatro. La doble prórroga del cartel de París, 1940 en el Bellas Artes nos permitió a cientos de personas disfrutar de una de las mejores obras de nuestro tiempo; no solo por su contenido, sino porque su forma y fondo dan respuestas a importantes problemas de hoy. El contraste entre la sencilla puesta en escena y la economía de elementos frente a la riqueza de expresión y contenido elevan la obra a una categoría estética superior; especialmente hoy, en un momento en que hasta el cine europeo apesta ese efectismo hollywoodiense creado para atraer la mirada y alterar el sistema nervioso. París, 1940, por el contrario, potencia la capacidad expresiva de unos actores cuya empatía enlaza la inteligencia y el corazón del público con autor, actores y obra. El argumento de la obra de Louis Jouvet nos recuerda cómo fue una vez la relación profesor-alumno, marcada por el amor del maestro y el respeto del discípulo, una relación que hoy anhelan el 90 por ciento de profesores y alumnos. Desde el fondo de la obra brota, además, un amor por el teatro que revela al espectador la infinidad de matices de una interpretación, así como el universo de realidades implícitas en unas pocas frases de un autor clásico. No se puede presenciar esta representación sin descubrir nuestro amor al teatro. No debemos dejar de bucear apartando los tópicos.com, pues hay esperanza de encontrar buen teatro.