ANÁLISIS DE LA SEMANA
Ilusión
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad26-01-2003
Cuando la vida pierde el significado puede que sea que es la muerte la que no lo tiene. Si a un hombre le duele la vida, su vida, desea otra mejor. Un hombre que quiere morir es un pobre hombre al que ya se le ha muerto –y está bien enterrada- la ilusión. Sin ilusión no hay vida: sólo hay cuerpos presentes. Entonces, es cuando el hombre-cuerpo se aferra a ese concepto material de vivir, el concepto orgánico, sin pensar en el porqué, ni en el para qué de las cosas. Mientras palpita, duele la vida ¡claro! La vida escuece, tiene heridas, muchas veces de muerte. La vida sangra hasta dejar el alma anémico, sin fuerzas. La vida llora hasta dejar los ojos enrojecidos, sin sal, sin agua el llanto. La vida muerde, cada injusticia es un mordisco, cada dentellada es una magulladura, cada trozo de la piel del alma rasgado es un suspiro menos, un poco de aire menos que queda por respirar ¿y la ilusión? ¿dónde la venden? Ese es el error: la ilusión no está en venta, no se cotiza ni se deprecia, aunque hay quienes desprecian al iluso, al soñador, al que anda por las nubes. Ilusión sí, por supuesto, pero ilusión de carne y hueso, ilusión real, con los pies en la tierra, con la cabeza sobre los hombros, con la vida en las manos y con la muerte en el horizonte. Muchas veces el hombre se deprime y quiere morir porque piensa que si el horizonte que ve en ese momento está oscuro lo estará también desde otras perspectivas; que si aquí ocurre esto, también ocurrirá allá; que si aquí una mariposa bate las alas, el aire movido será viento huracanado más allá… Mas, no siempre es así. Se mueven las olas, se mueven las nubes, se mueve la tierra. A veces, es verdad, alteran su ritmo ¿por qué? Quizás porque han tropezado en esa zancadilla que les ha puesto el hombre –con irresponsabilidad o con un pegote de fuel, con la dejadez o una mancha de humo y con la falta de ilusión-… La historia ha dejado a más de un hombre a la espera de una respuesta. Ilusos ilusionados hombres que esperaron esperanzados. Muchos quedaron con los brazos abiertos por si en cualquier momento llegaba un abrazo; con los ojos abiertos, por si en cualquier momento vislumbraban la luz; con los labios abiertos, por si surgía un beso o un verso. La vida es dura y se encarga de desparramar las esperanzas por el suelo. Mas, ¿la ilusión? Si muere, sólo habrá cuerpos presentes.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo