Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

EL REDCUADRO

Aquí estoy yo

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión09-12-2002

Solemos quejarnos de que en España no hay sociedad civil, sino mucho Estado si gobiernan los socialistas o mucha empresa privada si nos rige la derecha, pero hay veces en que no hay resquicio para la queja. Cuando la sociedad civil española le da por mostrar señales de vida, traduce la famosa frase de Tarradellas. Si Tarradellas dijo en el balcón de la Generalidad su famoso "Ja soc aquí", cuando llega la ocasión la sociedad española dice "Aquí estoy yo", y entonces es terrible. E imprevisible. Le doy al manubrio de la moviola de la Historia y contemplo que la propia idea contemporánea de España como nación surgió de una de estas rebeliones de la sociedad civil. Sé que no está de moda hablar, pero fue el espíritu del 2 de mayo de 1808. Al grito de "Que se los llevan", la goyesca sociedad civil de 1808 armó el 2 de mayo y acuñó a la postre el constitucionalismo. Nuestra burguesa revolución francesa, la que acabó con el Antiguo Régimen, fue precisamente contra los franceses y obra de la sociedad civil. En la misma moviola de la Historia contemplaba aquí el otro día lo que ocurrió hace 25 años con el diseño del Estado de las Autonomías. El pueblo andaluz, adelantando a sus políticos por lo hondo y lo "jondo", hizo que las cosas fueran de modo distinto a como iban a ser. El "café para todos" de las autonomías vino por exigencia de la sociedad civil andaluza, que no estaba dispuesta a que a catalanes y vascos les dieran caracolillo de Puerto Rico o arábica de Colombia y al resto de los españoles, recuelo de zurrapas. Ahora contemplo la marea de los voluntarios. Con los tanques de Prestige se han roto muchas cosas, pero la más importante de todas, quizá, la resignación del silencio de una sociedad civil falta de protagonismo. No podemos quejarnos de falta de sociedad civil cuando vemos a los políticos dándose patadas en el culo corriendo detrás de la iniciativa de la ciudadanía, carrera en pelo que estamos contemplando en Galicia. El primer mariscador de Muxía que arrancó el chapapote con sus solas manos no estaba rascando en las rocas, sino en la conciencia de pueblo, de sociedad. Dicen que las consecuencias futuras de la catástrofe son imprevisibles. Y tanto. No digo ya lo que puede pasar con el matarile, rile, rile, del petrolero en el fondo del mar, sino con esta otra marea, nada negra, de la sociedad que ha adelantado una vez más a los políticos. La última vez que un pueblo, el andaluz, los adelantó, miren la que formó con el equilibro del Estado de las Autonomías. Es absolutamente impredecible lo que vaya a pasar tras el Prestige con el desprestigio de los políticos desbordados por la sociedad civil, ahora que otro pueblo, el gallego, y todo ese sanísimo pueblo español que son los muchachos voluntarios del espíritu solidario de las ONG se ha echado a unas costas manchadas donde hasta hace sólo tres días se encontraba todo el fuel que ustedes quieran, pero ni una brizna de Estado.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor