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SIN ESPINAS

Me lo explique...

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión11-11-2002

No entiendo por qué después de cancelar mil vuelos por un incendio en el ordenador central de Iberia, a día de hoy, nadie se molesta en explicar cuáles fueron las verdaderas causas del siniestro. Merecería un titular a toda página en todos los periódicos para compensar la frustración de los viajeros de todo el mundo que pasaron el jueves por Barajas. No entiendo por qué todos los periódicos, radios y tertulias pierden tanto tiempo y espacio en hablar de que Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal estadounidense, ha bajado los tipos de interés una barbaridad si nadie explica qué repercusiones tiene eso para la economía de mi país, o mejor, para la mía en particular. Ni explican por qué Win Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo, ha decidido mantener los tipos de interés ante la noticia recibida de EEUU, pero nadie da una sola referencia para que asimile por qué ha advertido de que los bajará en diciembre. Un profesor me dijo que cuando contara una noticia, debería hacerlo de tal manera que la entendiera hasta mi abuelita de 65 años. La verdadera paradoja es por qué no se equilibran los tiempos entre el espacio dedicado a exponer una información y el tiempo destinado a explicarla. Es como lo de las campañas de información sexual en los colegios. La información sin formación, es decir, sin sentido, no sirve para nada. Los medios de comunicación hablan en un idioma desconocido. Y la verdad, no les entiendo. Les achaco mi incomprensión a los grandes, a los medios que cuentan con recursos suficientes para hacerse entender y no lo hacen. A aquellos que tienen la responsabilidad de llegar donde yo no llego como ciudadano. Pero no me extraña que no lo hagan, porque el periodismo de hoy es un periodismo de bandazos. De un ir y venir como locos hacia un lado y hacia otro persiguiendo algo que se parece a una noticia. En realidad, evidentemente la culpa no la tiene la noticia sino el periodista que decide contarla o el editor que elige publicarla de tal o cual manera. Esta vorágine irreflexiva del sin sentido genera una dinámica profesional en la que todo acontecer es tan superficial como perecedero. Todo lo que pasa a nuestro alrededor es efímero. Los estímulos que recibimos van a doscientos por hora, pero calculo que necesitarán ir a cuatrocientos en 20 años para excitar las distintas partes de nuestro cerebro. Será un cerebro conectado desde el frontal hasta el occipucio a una máquina expendedora de sensaciones. Ya hay esquizofrénicos del móvil que dilatan su dedo gordo de manera compulsiva. Así es imposible saborear nada. Es como hacer el Camino de Santiago en coche pudiendo hacerlo a pie. Y así vamos por el camino de nuestras vidas: sin enterarnos de nada, o sea, sin vivir plenamente.

Fotografía de Javier de la Rosa