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ANÁLISIS DE LA SEMANA

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Por Almudena HernándezTiempo de lectura1 min
Sociedad10-11-2002

Casi 5.000 personas esperan en España solidaridad, que les den lo que a otros no les hace falta. Quizás sea complicado en los momentos más tristes tener la lucidez asentada en la cabeza y la caridad en el corazón, pero habrá que intentarlo. Seguramente merece la pena. Esas 5.000 personas tienen derecho a la vida, aunque una enfermedad la haya convertido en un oscuro reloj de arena. Cada vez quedan menos granos a través del cristal, menos esperanzas, ¿menos corazones? ¿menos caridad? La vida es el derecho de los que la tienen y de los que la tienen menos. Cada vez más, la vida es el derecho de quienes quieren tenerla a su manera y eso no resulta en todas las ocasiones moralmente justo. Las sociedades están repartiendo derechos con una balanza desequilibrada: a unos más, a otros menos. No siempre el paso de la opresión a la libertad significa libertad verdadera para la mayoría, en estos tiempos de demócratas. Puede también que en este afán de barajar y repartir derechos, el administrador de los mismos, si es que alguien puede hacerlo correctamente, se encuentre ante sí una pescadilla que se muerde la cola. Ocurre en otros muchos estratos de la vida. En pocos de ellos se percibe la propia existencia como ese gran derecho al que nadie tiene el derecho de manipular. La energía concede muchos servicios al hombre, pero puede ser perjudicial. Las nuevas tecnologías facilitan el día a día, pero pueden complicarlo. El corazón bombea sangre a todos los órganos del cuerpo, pero cuando no bombea caridad es como si su dueño necesitase un transplante urgente de amor.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo