ANÁLISIS DE CULTURA
'La librería': Coixet lleva razón
Por Marta G. Bruno2 min
Cultura25-10-2017
La nueva película de Isabel Coixet llega con la herida abierta, cuando vamos hacia ninguna parte y con la ciudadanía catalana a punto de colgar las botas. La moral está desdibujada y el ánimo aparcado para otro momento.
Los datos lo certifican: El Liceo, institución cultural referente en la región, dejaba de ingresar 400.000 euros entre septiembre y lo que llevamos de octubre en la venta de entradas en taquilla. O lo que es lo mismo, un 30 por ciento menos respecto al mismo periodo del año pasado. Los Verdi de Gràcia sufrían un descenso de ocupación entre un 25 y un 30 por ciento. Los potenciales espectadores están pendientes de los especiales eternos, de las declaraciones constantes, de las manifestaciones más o menos multitudinarias. Eso mientras las editoriales se rifan las novedades literarias que versan sobre el separatismo.
Y en este contexto llega La librería, la película que levantó el telón de la 62 edición de la Seminci, enmarcada en la Inglaterra rural que profundiza en los horrores psicológicos del ser humano, novela homónima de Penélope Fitzgerald de 1978. Un drama sobre los sueños de una mujer que quiere reconstruir su vida con el negocio soñado de su vida. Hasta que llega la persona que lo destroza en la piel de una premiable Patricia Clarkson. Una mirada por encima del hombro, miseria moral de los que se creen dueños del poder suficiente para desviar la vida de los demás. Un drama donde la única esperanza está depositada en una niña de 10 años y un huraño amante de los libros interpretado por Bill Nighy con su siempre lucidez, son los únicos que apoyan a la protagonista (Emily Mortimer) que con una maleta se aleja de su nuevo hogar.
Coixet es la mente que dirige el largometraje, una de las firmas del manifiesto de rechazo a la convocatoria del 1 de octubre. La misma mañana en la que visioné la película leía una entrevista publicada en El País: "Nos están echando de Cataluña. Por mi cabeza ronda muchas veces la idea de irme de Cataluña. Si uno se va es porque le echan. Quizás lo único que de una manera infantil me frena es la satisfacción que le voy a dar a algunos". Esta última frase podría leerse en la mente de muchos otros ciudadanos catalanes a los que esa misma idea realmente les resta libertad. Porque efectivamente de manera infantil no lo hacen tras pensar en aquellos que desearían que se fuera. Y lleva razón.
No es una buena señal que el Liceo deje de ingresar un 30%. No es buena señal que dejemos de cultivar nuestra mente. Porque entonces caeremos en el monográfico sobre la manida posverdad en la que han caído hasta los medios internacionales. La historia nos lo agradecerá.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press