ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Tender la mano sin perder firmeza
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional25-09-2017
Había expectación ante el primer discurso de Donald Trump en la sede de Naciones Unidas. Dada su verborrea y su tono desafiante, se esperaba que el presidente de Estados Unidos fuera incendiario. No fue así, Trump mantuvo su esencia, pero moderó el tono. Sin embargo, sus palabras sirvieron para mostrar cuáles son las prioridades estadounidenses en el ámbito internacional.
Como no podía ser de otro modo, luchar contra el terrorismo global, contra sus fuentes de financiación y contra los países que apoyan esta actividad es fundamental para Trump. Aunque, los criminales pueden golpear en todo el mundo, los funcionarios y ciudadanos de Estados Unidos son objetivos prioritarios no solo en territorio estadounidense, sino también en cualquier lugar donde se encuentren.
Además, el presidente se mostró preocupado por los regímenes totalitarios que oprimen a sus pueblos y, por si no fuera suficiente, amenazan a otros países, en alusión, principalmente, a Corea del Norte e Irán. Donald Trump recordó a Kim Jong-un que debe dejar sus pruebas nucleares porque la paciencia de EEUU tiene un límite. También pidió que todos los países aíslen al régimen norcoreano hasta que este cese su comportamiento hostil. Respecto a Irán, Trump desconfía del acuerdo alcanzado sobre el programa nuclear iraní, a pesar de tener, a priori, fines pacíficos
El inquilino de la Casa Blanca volvió a enfatizar que, para él, Estados Unidos siempre va a estar en primer lugar, del mismo modo que otros líderes políticos ponen a sus respectivos países como prioridad. Aun así, Trump tendió la mano y destacó que lo que quiere es trabajar conjuntamente con otros estados, sin importar la diversidad, pero siempre desde el respeto mutuo.
Este último hecho es especialmente importante, ya que es muy necesaria la coordinación y la unidad de acción para combatir los desafíos. Sin embargo, es también muy difícil de conseguir, ya que cada Estado tiene sus propios intereses y, la mayoría de las veces, velan por ellos antes que por el bien común. Y qué mejor sitio para comprobarlo que la propia Naciones Unidas, que lleva décadas funcionando, pero cuyo sistema se ha quedado obsoleto.
Una de las causas que provocan esta situación anacrónica en la ONU es, precisamente, el derecho a veto que mantienen cinco países, que siguen representando la bipolaridad (por un lado Estados Unidos, Reino Unido y Francia, y, por otro, Rusia y China) y que pocas veces trabajan juntos y con determinación, a pesar de que la Guerra Fría terminó hace 26 años y las amenazas se han globalizado.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD