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EL REDCUADRO

El infarto del coronel Cariñanos

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión20-10-2002

Recordarán probablemente al doctor Antonio Muñoz Cariñanos, aquel médico militar de Aviación de la eterna sonrisa, que cuidaba la voz de artistas y flamencos y que operaba gratis de la garganta a media gitanería. Para tocar con el terror amplios registros del alma andaluza, de las Fuerzas Armadas a los profesionales liberales, del espectáculo al papel cuché, el coronel fue elegido como objetivo por la cuadrilla de pistoleros separatistas que lo asesinó cuando atendía a un enfermo en su consulta. Se han cumplido dos años del asesinato de Cariñanos y sus hijos encargaron una misa por su alma. Vino la esquela en el periódico y allá que fui, a honrar la memoria de aquel gran militar y médico, por este orden, que aparte de amigo fue mi compañero en una trágica lista de hace dos octubres. Como solemos proclamar a boca llena que nunca el olvido sobre las víctimas del terrorismo, esperaba encontrarme abarrotada la iglesia de la Concepción de Sevilla. Qué raro, se podía aparcar perfectamente. Mal barrunto. Confirmado luego dentro: conté sólo setenta personas en el funeral celebrado en una ciudad de seiscientos mil habitantes. Ninguno de los políticos que hace sólo dos años (dos, no veinte ni treinta) salieron en las fotos del solemne funeral catedralicio. Ni una sola autoridad del Estado, la autonomía o la ciudad. Ni un solo artista de los que curó sin cobrarles un duro. Tan sólo sus dos familias: la de su sangre, y la militar de las alas de España, encabezada por el teniente general Mosquera Silvén, jefe del Mando Aéreo del Estrecho. Y vino la homilía de la misa, oficiada por el padre Pedro Jiménez Valdecantos, de la Compañía de Jesús. Consigno su nombre porque probablemente este sacerdote está haciendo méritos para que lo hagan obispo de Bilbao. En su sermón tópico sobre la resurrección y la vida, no pronunció para nada las palabras "terrorismo" o "asesinato" y mucho menos las voces "militar" o "España". Y no era una homilía tipo, ni desconocía a la víctima de la ETA, pues glosó su figura y su persona. Es que hay una Iglesia que de hecho se comporta con el terrorismo igual que esos curas vascos para quienes los verdugos son iguales que las víctimas. Por eso, cuando al final reiteré mi pésame al hijo de Cariñanos, le dije: "Pablo, lo siento todavía mucho, pero más siento aun la falta de coraje de este jesuita cobardón que ha dicho la misa. Si esto es en Sevilla, ¿cómo será la Compañía en el País Vasco? Oyendo la homilía, cualquiera podría pensar que tu padre murió de infarto de miocardio...".

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor