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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Y solo han pasado 50 días...

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional06-03-2017

Una ley no escrita dice que a los nuevos presidentes hay que darles 100 días de cortesía desde que asumen el poder. En el caso de Donald Trump, la fecha de inicio fue el 20 de enero, pero, cuando prácticamente ya ha pasado la mitad de ese plazo, la situación no puede ser más descorazonadora.

Sin duda, es todo un desafío llegar a la Casa Blanca, y todavía más para una persona que tiene experiencia como empresario, pero no como político. Gobernar un país no es lo mismo que dirigir una empresa, por mucho éxito que se alcance en la faceta empresarial.

Trump está demostrando en estas semanas que el cargo le viene grande y que la Casa Blanca es como una jaula de grillos. En un puesto de tanta responsabilidad y que provoca consecuencias para la población estadounidense y para el resto del mundo, no se debe gobernar por impulsos o a golpe de tuit.

Se supone que este tipo de comportamientos impulsivos se apaciguan gracias a los asesores y a los hombres de confianza de Trump, que trabajan minuciosamente en la sombra para presentarle al presidente informes y análisis de las causas y consecuencias de las decisiones y las políticas que se adoptan.

Sin embargo, parece que muchos de los hombres de confianza de Trump están ahí precisamente por ser amigos del presidente, más que por su valía profesional. Si no, no se entienden los escándalos que ya se han registrado: personas que no dicen la verdad ante las comisiones, que tienen contactos sospechosos, que hacen ataques deliberados a la prensa, que anuncian políticas que se cambian a las pocas horas, bravuconadas y amenazas...

La Casa Blanca está dando la sensación de improvisación y sus socios están tan sorprendidos como desconcertados. Mientras tanto, las potencias no aliadas, como Rusia o China, se frotan las manos ante la posibilidad de sacar tajada de esta situación.

Aun así, la gran mayoría de las personas que votaron a Trump están satisfechas con estas primeras semanas de Gobierno del presidente. Este hecho debería hacer reflexionar a la anterior Administración de Barack Obama (incluso a alguna más antigua) y a todo el establishment de Washington. Convendría analizar hasta qué punto el funcionamiento burocrático de Estados Unidos se ha ido alejando de la población y esta se ha sentido abandonada por unas instituciones que deberían centrarse también en el día a día de sus habitantes.

El ascenso del populismo se da en momentos de crisis, de desesperanza y de hartazgo de la población, que busca una salida ante esa situación y se deja seducir por el mensaje atractivo, pero vacío, de los populistas, que realmente saben cómo captar la atención y aprovecharse de las circunstancias

Por suerte, una vez que asumen el poder, los populistas demuestran que venden humo y que no son tan diferentes del resto a los que tanto criticaban. Gran parte de la población se da cuenta de ello y en las siguientes elecciones ya no les otorga su voto. Aun así, también se dan casos de populistas que aprovechan su estancia en el cargo para cambiar leyes e intentar perpetuarse en las instituciones. No parece que este tipo de maniobras vayan a suceder en Estados Unidos.

A Donald Trump le queda todavía la mitad del periodo de cortesía. Estas primeras semanas de desconcierto se quedarán en anécdota si durante el resto de su mandato se da cuenta de la enorme responsabilidad que tiene como dirigente de la primera potencia del planeta y, por tanto, obra en consecuencia.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD