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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Pagar por la OTAN

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional20-02-2017

Dice uno de los chistes que están circulando ahora por Internet... que una familia había decidido quitar la alarma de su vivienda, a pesar de los muchos robos que se estaban registrando en la zona.

En lugar de la alarma, instalaron en el balcón una bandera de Afganistán, otra de Siria y otra del llamado Estado Islámico. Desde ese momento, se sentían mucho más seguros, no solo porque su vivienda ya no era codiciada por los amigos de lo ajeno, sino también porque contaban con una discreta vigilancia policial, tanto en los alrededores de la casa como cuando alguno de los miembros de la familia salía de ella.

Evidentemente, este caso no es real y está llevado al extremo, pero sí puede servir para hacerse a la idea de la importancia que tiene para los estados invertir en seguridad y defensa. Este hecho cobra ahora más relevancia ante las amenazas existentes de países hostiles e inestables y también de grupos terroristas.

Uno de los mayores clubes de defensa del mundo es la OTAN. Estar dentro de la Alianza Atlántica es un privilegio porque garantiza unos niveles de protección altísimos, hay buenos socios y, además, se va de la mano de Estados Unidos, la primera potencia mundial.

Sin embargo, en las décadas de historia que tiene la OTAN, sus socios se habían acostumbrado a estar bajo el paraguas de EEUU, que era el que llevaba la voz cantante en lo político y en lo militar. Realmente, era una posición bastante cómoda para el resto de miembros, ya que disponían de una protección completa y, prácticamente, no hacían inversión.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca está empezando a cambiar esa concepción. El nuevo presidente apuesta por la OTAN, pero quiere que sus socios pongan más medios y destinen más presupuesto para el mantenimiento de la Alianza Atlántica.

La mayoría de la opinión pública mundial ya ha entrado en el bucle de criticar todo lo que hace o dice Trump, pero, en este caso, la medida propuesta por el nuevo presidente estadounidense tiene lógica: pretende que no solo sea Estados Unidos el que aporte más dinero, hombres y medios... y el que, al fin al cabo, exponga a sus militares.

Evidentemente, al resto de socios esta decisión de Trump les supone un contratiempo porque a partir de ahora van a tener que implicarse más en las misiones de la OTAN y deben aumentar el presupuesto de defensa. En época de crisis, incrementar gastos, en muchos casos, supone que es necesario recortar de otras partidas. Además, políticamente, siempre hay grupos de la oposición (generalmente, de izquierdas) que critican cualquier inversión en el ámbito militar, por muy necesaria que esta sea.

Es muy probable que los socios de la Alianza Atlántica que se vean afectados por esta nueva situación la cuestionen, al menos al principio. Sin embargo, a medio plazo se darán cuenta de que es beneficiosa en una doble vertiente. Primero, porque hace más fuertes a cada uno de los estados; y, segundo, porque esta fortaleza de cada uno incide muy positivamente en la fortaleza conjunta de la organización.

En definitiva, que los aliados tengan más implicación, cuenten con espíritu de mejora y sean más fuertes y competitivos genera un efecto disuasorio en el enemigo, a la vez que aporta a la OTAN más versatilidad y mayor capacidad de acción, en caso de que sea necesaria su intervención en algún Estado miembro o en cualquier lugar del mundo donde exista una amenaza.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD