ANÁLISIS DE LA SEMANA
Digan qué es España
Por Amalia Casado2 min
España13-10-2002
Recuerdo que argumentaba una vez la conveniencia económica que para el País Vasco significa formar parte de España, a raíz de un estudio económico que no acierto a encontrar. Mi interlocutor quiso hacerme ver que los motivos económicos son, en efecto, convincentes y poderosos –poderoso caballero es don dinero- y que, desgraciadamente, mueven muchas más voluntades que las buenas causas y los altos y nobles ideales. Pero argumentaba que algo más fuerte que el dinero, algo más perdurable que el vil metal debe esgrimirse a favor de la unidad de España que defienden los partidos no nacionalistas. Algún motivo profundo, metafísico, que ataña al ser de España, a su ser íntimo e irrenunciable so pena de dejar de ser España para pasar a ser otra cosa diferente. Corresponde a los filósofos profundizar en la esencia de este país, en el sentido de su existencia, en su misión histórica, si es que la tiene, y si es que aún se puede hablar de esas cosas y en esos términos. Porque, aceptemos la realidad, hoy no se habla en España , sin ser visto con malos ojos, ni de Iglesia católica, ni de verdades, ni de la posibilidad de conocer la verdad. Sobre todo, en determinados círculos. Esta semana le ha tocado el turno al mundo empresarial vasco. Los poderes fácticos van pronunciándose sobre el plan Ibarretxe, y el mundo empresarial ha dado su opinión. No hacen declaraciones sobre la verdad o falsedad de los planteamientos del lehendakari. Sólo constatan las consecuencias económicas: incertidumbre, inestabilidad, pérdida de inversiones... inseguridad económica derivada de la ruptura social que provocaría. Es triste que en este mundo se hagan valoraciones y tomen decisiones sólo –y digo sólo- en función de la rentabilidad. Que si, por casualidad, entran en conflicto rentabilidad y coherencia o integridad, siempre gane por la mano el dichoso dinero. Triste sería que el País Vasco decidiera permanecer en el seno de España por simples cuestiones económicas. Pero es que tan triste como ello es que los intereses electorales circunstanciales sean el viento que guía las velas de la política, de los encuentros, desencuentros, negociaciones y acuerdos. Basta echar una mirada a las relaciones entre el Partido Popular y CiU. Es una desgracia que participación de los catalanes en la lidia del problema vasco –que es un problema, sí, además de un asunto o una cuestión- dependa de las expectativas electorales para las próximas autonómicas y municipales. Yo sigo instando a los filósofos metafísicos a que hagan oír su voz. Y que respondan ¿Qué es España y cuál es su misión?
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo