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SIN CONCESIONES

Legitimidad

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura5 min
Opinión01-03-2016

La política es ese oficio que en teoría consiste en gestionar lo de todos con sabiduría y que la práctica reduce al arte de aparentar. Por eso no triunfa el que mejor gestiona, sino quien lo simula. Si sólo fuera por la gestión económica, Mariano Rajoy habría ganado de forma indiscutible las elecciones generales del 20 de diciembre. Pero no es así. La ilusión mueve más votos que el mejor balance de cuentas, mientras que la antipatía a un político acaba por tumbarlo antes de tiempo. Por algo Zapatero llegó a La Moncloa en 2004 y Podemos ha irrumpido con 69 escaños en el Congreso. Aun así Rajoy ganó en las urnas con una ventaja de casi dos millones de votos y 33 escaños. Pese a todo es el socialista Pedro Sánchez quien presenta esta semana su investidura.

En política no triunfa el que mejor gestiona, sino quien lo simula

En casi 40 años de democracia, en España siempre gobernó el partido más votado. Esta es la primera vez que quien no ganó opta a la Presidencia del Gobierno. Nunca había sucedido y no era fácil que ocurriera. Por eso Pedro Sánchez ha dado cada paso con cautela y a la vez con determinación. Dijeron de él que tenía un futuro muy corto y que Susana Díaz le cortaría las alas antes de despegar los pies del suelo. Pero la realidad es que el secretario general del PSOE ha revalorizado su valía política en un mes. Las encuestas vaticinan que ahora lograría mejor resultado que en diciembre, mientras que sus principales adversarios (PP y Podemos) se desangran. Sánchez parecía el menos interesado en repetir elecciones y, sin embargo, es el principal beneficiado de este mes de negociaciones teatrales. ¿Cómo es posible?

La respuesta es sencilla: acción política. Asumió que su futuro político estaba agotado si se quedaba en la oposición y emprendió una carrera hacia el Olimpo del poder basada en la legitimidad. Ganar legitimidad es la clave de esta historia. Quien obtuvo la legitimidad de las urnas el 20-D parece haber desperdiciado aquel encargo democrático por quedarse de brazos cruzados en vez de buscar socios de investidura y, sobre todo, por declinar el ofrecimiento del rey Felipe VI. Cada día que pasa, aquella decisión tiene menos sentido, pero no hay que buscar explicación. Rajoy es así. Y punto. Pedro Sánchez, que desde la misma noche electoral quiso buscar un pacto con Podemos, supo tener paciencia. Precipitarse habría demostrado que es un fracasado resentido. Esperó primero a que pasara el turno de Rajoy y sólo después aprovechó su momento. El jefe del Estado le otorgó con el encargo toda la legitimidad que le negaron los españoles en el peor resultado del PSOE en su historia. A partir de ahí comenzó a negociar. Primero con Pablo Iglesias y finalmente con Albert Rivera. Puro tacticismo para legitimar lo que ha hecho ahora e incluso lo que puede tener tentación de hacer después. Nada es casual. Ni siquiera la consulta a los militantes.

Rajoy obtuvo la legitimidad de las urnas pero ha desperdiciado aquel encargo democrático

Acusan a Pedro Sánchez de marear la perdiz con este teatrillo porque de nada sirve una investidura que está perdida antes de que comience. Pero… ¿qué es la política si no una comedia permanente en la que los actores representan un papel durante cuatro años para ganarse el afecto del votante? Podemos también intentó sacar provecho pero cometió una osadía al comportarse como el pez chico que quiere zamparse al grande. La soberbia, la arrogancia y el exceso de ambición nunca llevan lejos. Al contrario de lo que imaginaron los estrategas de Podemos, sólo han servido para legitimar más al candidato del PSOE. Llevar la iniciativa también le ha aportado solvencia y credibilidad. Recibir el encargo del Rey fue el primer paso de esta larga carrera a la que le quedan varios capítulos por escribir. Ha conseguido esquivar las zancadillas de sus barones y ha cerrado un pacto con Ciudadanos que le sitúa en el centro político. Justo donde siempre se ganan las elecciones y desde donde los anteriores candidatos se transformaron en presidentes.

Si los españoles vuelven a votar el 26 de junio lo harán en clave diferente al 20 de diciembre. La pasada legislatura valdrá de poco, incluso de nada. Los ciudadanos no escogerán la papeleta por lo conseguido entre 2011 y 2015. Eso ya lo hicieron en diciembre. Votarán con nuevos criterios y, especialmente, con nuevas sensaciones. Pensarán más en estos seis meses de paréntesis de Gobierno en funciones que en cuatro años de sacrificios para salir de una crisis que todo el mundo anhela olvidar. ¿Qué ha hecho cada aspirante durante este tiempo? Ahí es donde Pedro Sánchez de momento ha cogido ventaja a sus adversarios, incluso a Susana Díaz ante la posibilidad de repetir como candidato. Todo este vodevil le habrá merecido la pena, pues hace dos meses era el candidato al que menos tomaban en serio y ahora se consolida como alternativa viable a Rajoy. Una vez más se demuestra que las apariencias importan mucho más de lo que algunos piensan. Puedes ser el mejor gestor del mundo y parecer el peor. En tal caso, sólo un Consejo de Administración que lea un balance de cuentas sabrá apreciarlo. Mientras eso no ocurra en política, el veredicto final depende de cada ciudadano y sus impresiones personales. El vencedor suele ser quien acumula más legitimidad e impone su relato por encima del de los demás.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito