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IMPRESIONES

“Animales indignos y despreciables”

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión16-11-2015

“Animales indignos y despreciables”, “porque no los llamaré seres humanos”, decía hoy un periodista radiofónico, refiriéndote a los terroristas que acabaron con la vida de 129 personas (según el último recuento que leo mientras escribo) el pasado viernes en París. Han pasado tres días, por lo que las palabras del periodista no parecen un calentón de último minuto.

Si la negra noche del viernes 13 de noviembre de 2015 una madre que acaba de perder a un hijo hablara así de los terroristas, sería muy inoportuno por mi parte decirle que no debe decir eso. Tal vez sea inoportuno decírselo incluso diez años después del atentado, si todavía conserva ese odio en su corazón. Sólo que, pasados 10 años, por el bien de esa madre, convendría animarla a expulsar el odio de su corazón.

Dicho esto, es todavía más inoportuno que tres días después del atentado un periodista español, líder de opinión que se dirige a cientos de miles de personas desde su micrófono, exprese con una firmeza y contundencia sin fisuras so odio hacia una “clase” de seres humanos que no merecen ese nombre, a quienes no les concedería la categoría de personas. Es inoportuno por diversas razones, que además no son muy complicadas de entender.

La primera razón la aprendí yo a los 12 años leyendo cómics de los X-Men. La diferencia entre un superhéroe y un villano es que el segundo está dispuesto a sacrificar la vida de otros para conseguir sus objetivos (algunos de ellos muy nobles, por cierto); mientras que el héroe es quien está dispuesto a sacrificar su propia vida para que otros vivan en paz y libertad. Cuando el grupo de superhéroes derrotaba a los villanos y algún héroe joven, impulsivo, o dominado por el miedo o el odio, pretendía matar a los villanos otro héroe, más maduro y equilibrado, se lo impedía. “¿Por qué no puedo matarle, si él ha asesinado a ni amigo?”, se preguntaba el primero. “Porque entonces te convertirás en lo que odias: en uno de ellos”.

Desear la muerte de alguien es la primera derrota del corazón. Creer que la violencia se supera con más violencia es la primera derrota de la inteligencia. Esa batalla en nuestro interior es la primera que debemos ganar, pues otros pueden quitarnos la vida sin nuestro permiso, pero sólo nosotros les dejamos envenenar nuestra alma. Además, cuando el odio, el miedo o la venganza se instalan en nuestro corazón y salen a exabruptos por la boca, entonces precipitamos otras derrotas, porque acrecentamos la espiral de violencia. Las palabras de este periodista emitidas por la radio y dirigidas a millones de personas son un arma en manos de los terroristas, un oportuno libro de texto para adoctrinar a futuros terroristas.

Que no hay ninguna razón que justifique el asesinato de otro ser humano es una de las pocas verdades que Occidente podría enseñar al mundo, si todavía se la creyera. Es, por lo demás, la única verdad desde la que es posible un diálogo esperanzado. Sí, es verdad que con algunos no se podrá dialogar, pero matarlos no nos acercará al diálogo con los millones de musulmanes que sí tienen esperanza en un modelo de convivencia diferente del que rige en sus países. Cada expresión de odio es una victoria del terrorista. La única verdad que puede vencer al terror es la experiencia de convivir con quien jamás querrá quitarnos la vida.

Los X-Men pasaron del cómic al cine, manteniendo en su columna vertebral algunos ideales que dieron forma a lo que hoy llamamos Occidente. “Mutantes” y “humanos” son dos etiquetas de la película que podemos convertir con facilidad en “occidentales” e “islámicos”, en “cristianos” y “musulmanes”, en “israelíes” y “palestinos”, y hasta "poderosos" y "pueblo", etiquetas que, por cierto, parecen justificar la violencia de ese himno revolucionario que es La Marsellesa [paradojas de la vida]. Y si hacemos ese ejercicio y reconocemos nuestros odios y miedos en los villanos, nuestras esperanzas en las de los héroes y nuestros prejuicios en forma de infinitas etiquetas, tal vez estemos a tiempo de aprender a vivir. Y a morir. Con un corazón limpio de todo veneno.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach