SIN CONCESIONES
Estamos en guerra
Por Pablo A. Iglesias
4 min
Opinión17-11-2015
Estamos en guerra. Que quede claro. España no ha aprobado una declaración oficial de conflicto bélico pero desde hace 14 años está inmersa en una batalla continuada contra el más duro enemigo extranjero, aquel que apenas se ve porque sólo se manifiesta con sangre cuando asesina. Vivimos la Tercera Guerra Mundial. Incluso el Papa Francisco lo admite y lo advierte. La guerra de guerras es palpable ya mismo en las principales ciudades de Occidente. Arrancó en 2001 con el atentado del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York. Más de 5.000 personas murieron en el mayor ataque terrorista de la Historia. Después lo sufrimos en Madrid, en Londres y este mismo año en París, por partida doble.
Esta guerra no es entre estados. No hay ningún país que ataque a otro, no al menos de forma directa, aunque a Irán y Arabia Saudí a veces se les presupone detrás de la financiación de algunos grupos terroristas. No es una pugna de fronteras. Nadie intenta arrebatar un territorio a otro, por mucho que los islamistas apelen con frecuencia a la reconquista de Al-Andalus. Hay dos bandos pero ni siquiera hay dos ejércitos, pues la guerra no se gana por el mayor número de soldados ni por el armamento más moderno. Como todo lo que sucede en el siglo XXI, esta guerra es diferente a las anteriores. Es una batalla ideológica, cultural y de valores por encima de las demás cosas. Los valores que sostienen y caracterizan a Occidente están siendo atacados por los terroristas de la yihad, antes de Al Qaeda y ahora del Daesh.
La Tercera Guerra Mundial es una batalla ideológica, cultural y de valores por encima de las demás cosasQuienes sostienen que es un problema de religión están equivocados. En Francia hay 6 millones de musulmanes y sólo una docena de ellos han causado los terroríficos atentados de esta año. Representan apenas el 0,0002%. El islam es una religión como cualquier otra, mucho más radical que el cristianismo que conocemos hoy en día pero no tan diferente al que nuestros antepasados practicaban en la Edad Media. Por cada islamista suicida como los de París hay medio millón de musulmanes franceses que conviven en paz. No hay que identificar islam con terrorismo de la misma forma que hace pocos años coreábamos en España aquello de “Vascos sí, ETA no”. Sin embargo, como pasaba con el nacionalismo de Xabier Arzalluz, sería de agradecer que el islamismo moderado alzara la voz con contundencia y mayor claridad para arrinconar a los terroristas. La religión bien entendida y bien inculcada suele ser la solución a los males terrenales de esta sociedad. En esa línea trabaja desde hace años el diálogo ecuménico o interreligioso, con un fuerte impulso del Vaticano y de personalidades del islam a favor de la paz y la convivencia.
Pese a ese trabajo, muchas veces oculto, estamos en guerra con quienes intentan destruir nuestra civilización. No son un país ni un estado ni un ejército ni un enemigo visible. Son individuos solitarios pero interconectados entre ellos por un ideal irracional. Están entre nosotros, lo que nos obliga a abrir bien los ojos y adoptar medidas innovadoras para detectarlos. No podemos meterlos en la cárcel por aquello que piensan pero tampoco podemos esperar a que delincan para detenerlos. Por eso a veces tenemos que renunciar a espacios de libertad y privacidad para localizar a quienes quieren matarnos antes de que lo consigan. Sería hipócrita llorar por los más de 130 asesinados en París y oponerse a utilizar instrumentos que habrían evitado la matanza terrorista de Bataclan.
Estamos en guerra pero que nadie coja el fusil y salga a pegar tiros como en el Far WestLa Tercera Guerra Mundial se disputa de forma totalmente distinta a las anteriores. Por lo tanto, también requiere acciones diferentes. Francia ha anunciado algunas de inmediato, quizás con más sed de venganza que de justicia. Entre otras cosas pretende cerrar mezquitas en las que promuevan el odio, cuando lo oportuno es meter en prisión a los imanes que incitan a otros a la violencia. Cerrar mezquitas sólo les empujará a una clandestinidad aún más peligrosa. Los bombardeos en Siria contra el mal llamado Estado Islámico también son necesarios pero ahora son vistos como una represalia y no como la necesidad que muchos reclamábamos antes del viernes fatídico para los parisinos. La Tercera Guerra Mundial es contra el fanatismo y eso exige muchas formas de combate. Estamos en guerra, que nadie lo olvide. Pero que nadie coja el fusil y salga a pegar tiros como en el Far West. Vivimos en el siglo XXI. Esta guerra es diferente a las demás y se gana también de forma diferente. Para empezar, con la unidad férrea de todos los demócratas en torno a los valores que compartimos porque esos valores son justo los que quieren destruir los radicales.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito