ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Abrazar un árbol
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad05-08-2015
Hace unas semanas un programa de la caja tonta anunciaba un reportaje con el que se iba a ilustrar al espectador sobre cómo abrazar un árbol. Es una lástima que los comunicadores caigamos muchas veces en la idiotez del espectáculo y olvidemos nuestra vocación de servicio social. Con lo caro que es el minuto de emisión ¿no hay ningún empresario que se bata todos los días el cobre para salir adelante? ¿ningún profesional de cualquier disciplina que destaque por alguna habilidad? ¿ninguna persona digna de admiración por su tesón o aptitudes? Por lo visto es más importante subrayar a aquel al que un día se le ocurrió la feliz idea del abrazo forestal. Igual que hacen algunos expertos, que recomiendan sus consejos vacacionales sobre cómo caminar por la playa para no lesionarse, cómo tomar el sol para no acabar con cáncer de piel, cómo cargar una mochila y no obtener una hernia a cambio o cómo sobrevivir a las vacaciones con la familia política sin perder los nervios ni las relaciones, los comunicadores de buena voluntad deberían hacerse escuchar entre la multitud para no contribuir a la propagación de la bajeza, los malos ejemplos y la vulgaridad en sentido extremo e inhumano. Señores, en vez de un árbol, abracen a su madre; en vez de planear sus vacaciones con su perro, atrévanse a que un niño les rompa los planes vitales; en vez de conocerse al dedillo los escarceos amorosos de pseudofamosos isleños de "todo a un euro", dedíquense la lectura de un buen libro, charlen con los suyos, respiren hondo y preocúpense por los demás, pero de verdad. Todo háganlo de verdad. Si hay algo que ha enseñado la crisis a los españoles es ser más solidarios, lo que demuestra que, como en casi todo, querer es poder. Justo antes de que arrancarse agosto, el Parlamento aprobó las leyes del Tercer Sector y el Voluntariado, dos normas que delimitarán el funcionamiento de este entramado social que no deja de adquirir peso. Un reciente estudio confirmaba que los jóvenes y los jubilados son quienes más tiempo dedican a la solidaridad, mientras que las amas de casa apenas se lo planteaban. Y no será porque las madres sean insolidarias y egoístas, sino porque ellas practican una disciplina más parecida a la caridad, por aquello de la entrega por amor y el cuidado de hijos, ancianos, dependientes y demás actividades no retribuidas. Ninguna ONG les dará jamás un certificado por su trabajo, que no es poco ni insignificante. Por eso, en estos días de asueto, apaguen la televisión y abracen a su madre. Lo del árbol habrá que dejarlo para otro momento.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo