EL REDCUADRO
Amparo legal para Ana Aznar
Por Antonio Burgos2 min
Opinión08-09-2002
Esa hoja de la Constitución donde pone que los españoles somos iguales ante la ley es un papel más mojado que la espalda de un simpapeles que llega en una patera a Tarifa. Somos iguales ante la ley según y cómo. Por ejemplo, Ana Aznar no es igual ante la ley que María José Campanario, y eso que no vendió la exclusiva de su casamiento. Cualquier española tiene derecho a casarse de Antonio Ardón; a invitar a cuantos amigos tenga por conveniente; a hacer a la familia entramparase hasta los ojos para pagar el convite. Puede celebrar su boda muy por encima de sus posibilidades, ya sea rica por su casa, cajera del Corte Ingles, licenciada en paro, jornalera del PER o vendedora profesional de exclusivas. Excepto si es hija del presidente del Gobierno. En tal caso, se le aplica el supremo principio de leña al mono, qué se habrá creído ésta. En ninguna de las 517 bodas del año celebradas en los tres últimos meses ha sido cuestionado el concepto nupcial en sí, ni aunque la novia fuese el habitual putón verbenero. En todo caso se criticó la venta de la exclusiva. El qué, el dónde, el cómo o el cuánto-se-debe-aquí no se cuestionaron. Claro que ni Marta Sánchez o María José Campanario son hijas del presidente del Gobierno. Por este igualitarismo por abajo con que se entiende la equidad legal, lo más deseable hubiera sido que Ana Aznar se arrejuntara con su novio, como se dice en los campos de mi Andalucía. En tal caso, como lo moralmente reprobable es ahora lo políticamente correcto, nadie le habría criticado nada. Me queda, empero, el consuelo del novio. Menos mal que don Alejandro se llama Agag y no Martínez de las Cortinas y Fernández de los Ronderos, y que no es maestrante de Ronda, ni de Sevilla, ni de Granada, ni de Valencia, ni de Zaragoza. Claro que mirado por otro lado es una pena que el novio no sea maestrante. En la rueda de reconocimiento de que todas las españolas son iguales ante la ley excepto si son hijas de Aznar, hubiera quedado precioso el habitual chiste contra los novios en uniforme de maestrante, cuando dicen que van vestidos de domador del circo de Angel Cristo. Porque naturalmente los maestrantes tampoco son ante la ley iguales que los horteras que van a casarse vestidos de cursilón levitón, como cocheros de El Conde de Montecristo o testigos de un duelo romántico a los que sólo falta el sombrero de copa, el estuche de las pistolas con cachas de nácar y el amanecer.
Seguir a @AbeInfanzon
Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor