SIN CONCESIONES
La boda del año
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión08-09-2002
La vida cambia a las personas. Unas veces, para bien. Otras, no tanto. Aznar siempre tuvo aires de grandeza. De lo contrario no habría llegado a donde está ni tendría un partido jerárquico y subordinado íntegramente a sus antojos y designios. Cuando llegó al Gobierno, quizá no emanaba tanta prepotencia. Pero era ya un prepotente en potencia. Su mujer y sus hijos llevaban una vida humilde y sosegada alejada del poder, hasta que lo tocaron. Su esposa se rodeó de asesores políticos y empezó a escribir libros. Hay noches que incluso sueña con un escaño en el Congreso o en el Senado. José Mari, el primogénito, estudió en una universidad de prestigio y emigró a trabajar a Nueva York, a la gran manzana, a la capital del capitalismo. Alonso, el peque, cambió las travesuras por el uniforme de colegio pijo y amigos de papá. Y Anita, la única hija, bueno... de Anita... ya se sabe todo. La boda de Anita fue como ella había soñado en el último año. Pero, seguramente, fue todo lo contrario a cuando ella dormía en una cama mucho más pequeña que la actual en una bocacalle de Arturo Soria. Vivir en La Moncloa tiene estas cosas. Si no, al tiempo con Zapatero... Ni en la peor de las pesadillas hubiera visto de joven Anita a Silvio Berlusconi y Tony Blair como testigos de su matrimonio. Jamás hubiese imaginado al otro lado del velo a Rafael, Agatha Ruíz de la Prada, José Luis Garci y Fernando Sánchez Dragó. Nunca hubiera invitado a mil extraños para que sus familiares, los verdaderamente importantes, se sintiesen desplazados y ajenos al evento entre tanta celebridad. Aunque la definan como la boda del año, el enlace entre Ana Aznar Botella y Alejandro Agag Longo fue en realidad el montaje del año. Una larga lista de asistentes y aún mas larga de regalos para llenar los periódicos y las revistas de páginas rosas con las caras de Julio Iglesias, Miranda, Isabel Preisley, Inés Sastre y Nieves Álvarez, entre otros. Pocas amigas verdaderas de la novia en el día más feliz de su vida. Muchos amigos, en cambio, de los padres en el día más importante de su hija. Y no eran compromisos. Aznar invitó a quien quiso y no invitó a quien no quiso. Por ejemplo, quedaron fuera el portavoz del PP y varias mujeres del clan de Becerril, del que había cuatro hombres, pero ninguna mujer. ¡Y presume de dar oportunidades al género femenino! En eso sí que ha cambiado poco, o nada. Quería pasar a la historia y lo está consiguiendo, aunque algunos de los méritos sean de dudoso honor. Poco le importa. El error no existe para quienes se creen cualitativamente superiores y cuantitativamente más poderosos.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito