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IMPRESIONES

¡Es el poder, estúpido!

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión25-05-2015

Algunos científicos pasan varios meses, incluso años, tratando de estudiar el comportamiento de un escarabajo, una célula o un protón en determinadas circunstancias. Nuestros periolistos apenas necesitan dos horas para ofrecer juicios cerrados, redondos y determinantes sobre las consecuencias a corto, medio y largo plazo de 13 elecciones autonómicas y miles de municipios.

La ventaja de una columna consagrada a las Impresiones es que me permite ahorrarme ese tipo de juicios a la totalidad. Quizá mis impresiones son precipitadas, pero justo por eso usted y yo podemos tomarnos estas palabras algo más a la ligera: más como una incitación a pensar, como invitación a explorar algunos territorios, que como una opinión armada para arrojársela a la cabeza a… ¿Rajoy? ¿A mi vecino? ¿A mi cuñado? Retomando el análisis de los tópicos de mi colega Pablo A. Iglesias de hace unas semanas, hoy me veía a la cabeza la idea de: “¡Es el poder, estúpido!”.

Sobre mis colegas, me llamó la atención lo rápido que eran capaces de emitir juicios sobre lo que inevitablemente iba a pasar y lo lentos que fueron para darse cuenta de que los datos del ministerio no se actualizaban y de cuál era la razón de ese mal llamado silencio informativo que dio lugar a demasiadas consideraciones.

Me pareció curioso que todos los ¿analistas? hablaran del reparto de poder de los partidos, como si el trasfondo de todo esto fuera de conquista territorial y de guerra fratricida. No es un lenguaje neutral, sino el de una izquierda sectaria demasiado extendida en nuestro país que considera indignos e inferiores a todos los que no son ellos. Desde esa lógica, la democracia no es un juego de argumentos, sino una guerra de clanes. Repasar el hasta #Elecciones2015 en Twitter me confirmó esa idea e hizo crecer en mí una convicción dolorosa: la izquierda de este país se alimenta cada vez más de planteamientos unilaterales, sectarios, anónimos y acomplejados.

No es de extrañar que en semejante clima de desprecio al sentido de la democracia varios líderes de IU, PSOE y Podemos no tuvieran empacho en reconocer que el primer objetivo –expulsar al PP de las instituciones– estaba conseguido.

Me hubiera gustado que alguien hubiera ofrecido un enfoque que tal vez hoy nos pueda parecer innovador: un planteamiento en el que la jornada y los resultados se vieran a la luz de la democracia y de sus valores constitutivos. Hablar menos de poder y más de servicio; menos de lucha y más de debate; menos de eslóganes y más de ideas; menos de buenos y malos y más de sana alternancia (o sana continuidad, o sana solidez institucional, etc.)

Debo reconocer que me conmovió la incapacidad de casi todos los candidatos para estar a la altura de la comparecencia tras los resultados. Casi todos me recordaron al becario descolocado que debe brindar ante sus compañeros de trabajo cinco minutos después de descubrir que le han hecho una fiesta de despedida. “Gracias, sois geniales; qué gente, amigos de vuestros amigos, no lo olvidaré nunca”.

Sólo Cifuentes estuvo a la altura, sin mayores méritos que seguir el guión de cualquier manual al uso. Y Pablo Iglesias estuvo a su propia altura, interviniendo antes que sus candidatos y demostrando que todo este asunto de las autonómicas y municipales no es para él sino una excusa para “tomar el poder” de la nación.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach