ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Colombia, el peligro de bajar la guardia
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional25-05-2015
El ser humano sufre los peores golpes cuando baja la guardia. Pasa en todos los ámbitos de la vida, incluso en los más cotidianos. En algunos casos, las consecuencias negativas son fruto del azar, pero en otras, estas se deben a la acción de terceras personas que se aprovechan de las circunstancias.
Como ejemplo del primer caso están los accidentes de tráfico que se producen muy cerca de casa, cuando el conductor, inconscientemente, reduce la atención porque está llegando. Para el segundo caso, solo hay que fijarse en el delincuente que aprovecha un descuido de su víctima.
Cuando un gobierno negocia con una banda terrorista también pueden darse esas situaciones, aunque lo más habitual es que se produzcan las segundas. Hay gobernantes que se relajan cuando creen que el camino hacia la paz está llegando a la meta. También los hay que son crédulos ante los cantos de sirena de los terroristas contra los que han estado luchando durante décadas.
En Colombia, las conversaciones entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están pasando por un momento delicado. Es normal que en este tipo de situaciones sucedan acontecimientos así. Del mismo modo, también es habitual que los criminales aprovechen el alto el fuego para seguir, de forma discreta, con sus actividades delictivas y sacar beneficio de la situación mientras las autoridades miran para otro lado, por el bien del proceso.
Sin embargo, como es normal, todo tiene un límite. Este fue el asesinato, con alevosía, de 11 soldados colombianos por parte de las FARC. En ese momento, el presidente Santos sufrió un terrible baño de realidad, recordó con quién está negociando y vio que el riego político para Colombia es elevado.
Ahora, a Juan Manuel Santos no le ha quedado más remedio que devolver el golpe y autorizar dos operaciones militares en las que han sido abatidos decenas de miembros de las FARC. Aun así, el máximo mandatario colombiano sigue apostando por las conversaciones.
Es de suponer que, desde este momento, Santos va a ser más cauto con el proceso de paz, por el bien de Colombia y por su propio interés político. Los terroristas no dejan de serlo de la noche a la mañana. Es más, en la mayoría de las ocasiones, tienen enormes dificultades para abandonar su actividad criminal, rehacer sus vidas y dedicarse a otras cosas.
Por si no fuera suficiente, a esto se suma la carga que se impone a la sociedad para que acepte a los que se reinsertan, como si nada hubiera ocurrido. Este es un punto muy delicado porque puede dejar una sensación de impunidad y porque nunca se sabe cuál es el límite hasta el que la población está dispuesta a tragar.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD