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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Triste banquete de peces grandes

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad08-04-2015

Lo llamen como lo llamen, en España siguen muriendo mujeres por serlo. Feminicidio. Terrorismo doméstico. Violencia machista... Y las mujeres continúan sufriendo en ese lugar donde uno debería sentirse más seguro y querido. El hogar. El hombre de sus sueños. Su vida. Y, en vez de comprensión encuentran rechazo de muchas personas. Las suyas. Su madre. La cuñada. Esa amiga y confidente. La culpa es de los recortes, dicen las feministas. El mirar hacia otro lado, quizás.

Los españoles somos muy cotillas para unas cosas; metemos la nariz donde no nos compete muchas veces, pero a la hora de comprometernos en defender una causa que lo hagan los demás. Pero, claro, que nos ayuden; y, si no lo hace nadie, que lo hagan las administraciones. Hace unos días el Gobierno presentaba a bombo y platillo una macroencuesta de violencia de género, que según como se mirase, podía ofrecer algún titular triunfalista. Pero, en pocas horas, la convivencia propia de los días de vacaciones, la sequía informativa de la Semana Santa y un montón de porqués que quedarán sin resolver, llenaban páginas de periódicos y minutos de emisión con las últimos casos mortales de malos tratos a mujeres. Y la macroencuesta y su optimismo, al garete. Y al garete las personas que hay tras las cifras, y sus ojos a quienes pocos miran directamente.

Lo llamen como lo llamen, también los niños sin víctimas de la violencia de género. Y de tantas cosas, aunque apenas interese escucharles. No tienen voto, pero tampoco voz. No cobran subsidios. Son otros de los débiles a los que arrastra la corriente hacia la boca de tiburones malvados. Es la eterna historia del pez grande que se come al chico.

Lo llamen como lo llamen, a pesar de que ya nos hemos olvidado de los atentados de Túnez y de los de París y su riguroso directo ahora denunciado por las víctimas, hay charcos en los que no queremos meternos, y mira que somos cotillas los españoles.

Nos hemos dado muchos golpes de pecho entre torrija y torrija, nos conmueven esos casos morbosos de mujeres muertas; los accidentes de tráfico; los dos españoles muertos en las tripas de una montaña marroquí, pero nos trae al fresco que los cristianos sigan muriendo como bancos de pececillos entre los colmillos del tiburón. Sólo son cristianos. ¿Sólo? A cada cual le duelen sus muertos. Pero, de uno u otro modo, en casi todas las dolorosas historias en la de la última víctima de la violencia de género y en la de un universitario seguidor de ese crucificado de hace dos mil años, está la explicación simple y seca de quien aplica la fuerza como única razón. Y el pez grande siempre se come al chico, aunque no sea para alimentarse. Lo engulle por gula y gusto por la sangre. Lo devora sin piedad, aunque acabe vomitando el triste banquete.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo