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SIN CONCESIONES

¿Quién dinamita el PP?

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión09-04-2015

El centroderecha español tiene una obsesión histórica. Es una preocupación que, para ser exacto, nace hace 30 años. En muchas cabezas conservadoras retumba todavía la desaparición de la UCD con la que Adolfo Suárez conquistó las primeras elecciones democráticas y gobernó la Transición de este país. Aquel éxito, que fue colectivo, acabó roto en mil pedazos. Felipe González dirigió La Moncloa sin apenas oposición durante casi una década, hasta que Manuel Fraga reunificó en 1989 la derecha política en el actual Partido Popular. Un año después cedió el testigo a José María Aznar, cuya primera misión fue mantener el equilibrio entre las diversas familias que constituían el partido. Allí estaban los democristianos, los liberales y los pata negra procedentes de Alianza Popular.

Las ambiciones personales, luchas de egos, rencores y displicencia de Mariano Rajoy han creado un caldo de cultivo
Esta breve mirada atrás ayuda a entender la pelea interna que ahora observan las entrañas del partido. Nunca antes, desde la refundación del PP, había sucedido algo similar entre dirigentes de la cúpula y entre personas de la máxima confianza del líder. Pero las ambiciones personales, las luchas de egos, los rencores de etapas pasadas y la displicencia de Mariano Rajoy han creado un caldo de cultivo que ha entrado en ebullición en vísperas de las trascendentales elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo. Aznar nunca permitió algo así. Ni siquiera cuando abrió la carrera de la sucesión con Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y el propio Rajoy en la pugna por heredar el trono de la gaviota. Exigió lealtad y unidad a los tres, para que fuera quien fuere el elegido el partido permaneciera junto y sin divisiones.

Rajoy es distinto, muy distinto, y entiende el liderazgo de una manera casi opuesta. Al llegar a La Moncloa cometió el error de separar en exceso las competencias del Gobierno y del Partido Popular. No existen maitines como los que cada lunes organizaba Aznar con todos los pesos pesados para fijar prioridades, marcar estrategia y repartir tareas. No existe interlocución fluida entre la vicepresidenta del Ejecutivo y la secretaria general del PP. No existen órdenes concretas que ejecutar, sino principios generales. No existe más visión de conjunto que la del propio Rajoy y así es difícil mantener un equipo. La consecuencia es conocida dentro del partido desde hace años pero ha estallado en público durante esta Semana Santa, en la que los populares han vivido su vía crucis particular y han tratado de crucificarse unos a otros.

Mientras tanto la casa sin barrer y el partido desangrado por la pérdida de votos hacia Ciudadanos o Podemos
Entre ellos mismos, acusan a Sáenz de Santamaría de no dar la cara en defensa del PP y de utilizar su relación con las televisiones para lograr que hablen bien de ella mientras lapidan a Rajoy. Culpan a Cospedal de tener paralizado el partido y de colocar a fieles en puestos clave aunque luego no pisen la sede. Reprochan a Arenas que intente mover los hilos en la sombra cuando es el único dirigente de la etapa de Aznar que se resiste a jubilarse. No se fían de González Pons por su verborrea y porque cambia de bando como una veleta. A Floriano le encargan el trabajo y los marrones como si fuera un pelele... Y mientras tanto la casa sin barrer y el partido desangrado por la pérdida de votos y la aparición de nuevas formaciones como Ciudadanos o Podemos que generan ilusión en la sociedad.

Tres décadas después ya no quedan familias en el Partido Popular porque quienes pertenecían al sector democristiano o al liberal casi han desaparecido de la escena política. Sólo quedan entremezclados los pata negra de toda la vida y los gestores de currículum admirable sin ideología política. Ahora lo que hay son personalismos fruto de los intereses individuales y, sobre todo, de la ausencia de un trabajo en equipo. Crear empleo es sin duda el objetivo más importante que tiene el presidente del Gobierno, como dice Rajoy, pero debería ser compatible con preocuparse de que su propia casa esté limpia, ordenada y en correcto funcionamiento. Sus colaboradores también trabajan cada día por mejorar la economía pero a la vez encuentran hueco para conspiraciones internas que él debería haber cortado de raíz hace años. El trasfondo de esta contienda es la pugna por acaparar poder y por tomar posiciones ante la sucesión que se avecina para dentro de cuatro meses o de cuatro años.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito