ANÁLISIS DE CULTURA
Cuentos cruentos: El método Burke
Por Marta G. Bruno3 min
Cultura18-03-2015
Edimburgo del siglo XIX. El de la Ilustración, los descubrimientos, la ciencia comienza a florecer después de siglos de retroceso y desavenencias varias. El de una ciudad que conoció los métodos más atroces para castigar al ladrón para gusto de unos ciudadanos demasiado aburridos y embrutecidos. Pues esa misma ciudad que hoy huele a crimen pasado guarda una historia tan peculiar como su origen en sí: un volcán del que brota un castillo y un río de lava sobre el que hoy discurre su calle principal. La de los ladrones que hoy llenarían titulares por aparente ingenio de sus protagonistas.
Se trata la historia de los ladrones de cuerpos norirlandeses Burke y Hare y los experimentos del reputado doctor Robert Knox (1791-1862), pionero en disección de cuerpos. Los primeros comenzaron robando cuerpos recién enterrados del hoy todavía aterrador cementerio Greyfriars para vendérselos al doctor por unas cuantas libras que les daba para vivir con bastante comodidad durante meses. No era nada fácil por entonces hacerse con un cuerpo que poder estudiar, con la lista de ejecuciones ya por entonces reducida al mínimo. La necesidad llevaba a los interesados a todo tipo de tretas nada limpias.
Pero la avaricia dejó el saco con un agujero monstruoso, porque la gente no fallece tan fácilmente. Lo mejor es, ayudarla. Y así mataron a unas cuantas personas para servir a la ciencia: prostitutas, niños, gente a la que creían nadie echaría de menos. Lo convirtieron en un modo de vida de lo más sórdido pero lo más parecido a la crème de la crème entre los círculos delincuentes. Hasta diseñaron un “estilo” de asesinato limpio: ejercer una presión muy fuerte a la víctima hasta su muerte.
Y así nació el mito de dos asesinos que han dado de sí tanto como para que surgieran El ladrón de cuerpos (Robert Wise, 1945) o El doctor y los demonios (Freddie Francis, 1985). Y los pasillos de los lúgubres pasadizos de la más baja forma de Edimburgo respiran humedad y silencio incómodo aunque se hayan reconvertido en un pasatiempo para los turistas, reconvertido en una especie de “casa del terror”, estudiado incluso por expertos en sucesos paranormales.
Unos túneles tan curiosos como su origen: un mercado, un puente, la necesidad de buscar un lugar donde los artesanos trabajaran, el sitio perfecto para hacer madurar un buen vino. Pero las goteras y la escasa ventilación dieron paso a su abandono, al cobijo de los marginados, al epicentro de burdeles y lugares de poco bien, y a testigos de crímenes que dejan huella. Por esos pasillos podrían haber trasladado los cuerpos hasta la Universidad de Edimburgo. Imaginen la estampa.
La suerte de estos dos mangantes les llevó a no ser juzgados en 1828 como debieran puesto que sólo se descubrió una víctima. El médico Knox no fue llamado a declarar, Hare logró quedar libre para morir más tarde abandonado en la calle y ciego. Burke no salió tan bien parado y acabó ejecutado.
Doon the close and up the stair Butt and ben wi Burke and Hare Burke's the butcher, Hare's the thief And Knox the boy that buys the beef!
Burke es el carnicero, Hare el ladrón y Knox el que compra la carne. Y así chismorreaban los vecinos de la húmeda ciudad después de conocerse el escándalo. La crónica criminal antecedente de Jack el destripador que se ha convertido en la historia estrella de quizás una de las ciudades europeas más encantadas.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press