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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El ala oeste de La Moncloa

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España09-03-2015

El ala oeste de la Casa Blanca fue la primera gran serie sobre intrigas políticas, creada por Aaron Sorkin y protagonizada por Martin Sheen, quien en realidad se llama Ramón Antonio Gerardo Estévez y es de origen gallego como Rajoy. Uno de sus capítulos, titulado Sacar la basura, relata cómo el presidente de los Estados Unidos prefiere los viernes para anunciar sus malas noticias y diluir así su impacto negativo entre los ciudadanos, inmersos ya en el esparcimiento del fin de semana.

El ala oeste de la Casa Blanca fue la primera gran serie sobre intrigas políticas, creada por Aaron Sorkin y protagonizada por Martin Sheen, quien en realidad se llama Ramón Antonio Gerardo Estévez y es de origen gallego como Rajoy. Uno de sus capítulos, titulado Sacar la basura, relata cómo el presidente de los Estados Unidos prefiere los viernes para anunciar sus malas noticias y diluir así su impacto negativo entre los ciudadanos, inmersos ya en el esparcimiento del fin de semana. Por alguna extraña razón fue un viernes por la tarde cuando Rajoy decidió comunicar el nombre de los elegidos a luchar por la Alcaldía y la Presidencia de Madrid tras someter a los posibles candidatos a una tortura parecida a la que sufren los nominados al Oscar cuando desde el escenario se anuncia eso de “and the Oscar goes to...” y una cámara enfoca en primer plano a los actores que para entonces ya tienen ensayada su mejor cara de perdedor, por si acaso. La diferencia es que aquí la espera no ha sido de segundos, sino de semanas y ha obligado a unos y otros a equilibrios imposibles. Y al final the Oscar goes to Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Ignacio González ni se molestó en esconder su cabreo como Bill Murray el año de Lost in Translation.

Pero quién le iba a decir al presidente que tras solucionar este problema, inmediatamente le iba a surgir otro. Nada menos que han intentado arrebatarle a Aguirre el control del partido en Madrid en un gesto que, dicho sea de paso, no le pega mucho al presidente, más dado a dejar que las cosas transcurran en lugar de provocar movimientos bruscos. Aunque también puede que Rajoy aún no haya olvidado lo de aquel Congreso de Valencia. El caso es que la lideresa, castiza ella, se ha revuelto. Aguirre ha visto la apuesta y la ha doblado: “si me quitáis el partido, ya podéis ir buscando a otra candidata”. Sabe que tiene todas las de ganar porque sabe que no hay nada que le moleste más al presidente que ponerse ahora a buscar un recambio. Y sabe también que hay algo que Rajoy teme más que a ella: las encuestas que dicen que es la única candidata capaz de conservar Madrid. De paso, a Aguirre le sirve este pulso con la dirección de su partido para arrancar con fuerza la carrera a la Alcaldía. A día de hoy da más votos hacer campaña contra Rajoy y Cospedal que contra Carmona. Aquirre, que conoce bien a sus potenciales votantes, lo sabe. En el ticket le acompaña Cristina Cifuentes, otro personaje político de extremos. Lleva en el partido desde que se llamaba Alianza Popular, pero ahora pasa por ser uno de los perfiles más progresistas del PP, con enemigos íntimos desde la grada de los Bukaneros en Vallecas o la plataforma antidesahucios hasta las filas de su propia formación, es decir, reúne todas las características para triunfar en Madrid a juzgar por los antecedentes.

Las encuestas desaconsejaron a Ignacio González, cuyo único aval hasta ahora era tener de rival a Tomás Gómez. Pero ya ni eso, más allá de los asuntos turbios que jalonan casi toda su carrera política, algo común en todos los que alguna vez estuvieron demasiado cerca de Aguirre. Por el asunto del ático de momento no estaba ni imputado. Otros en peores circunstancias procesales tuvieron más apoyo por parte de Rajoy a quien los titulares en los periódicos le importan más bien poco mientras no sean del Marca. Si el caso del dúplex de Estepona fue la causa o la consecuencia, nunca lo sabremos como tantas otras cosas en ese feo asunto que ha sacado a relucir una trama propia de un guión de Sorkin. Reuniones secretas, testaferros, paraísos fiscales, presuntas comisiones y hasta un presidente de un equipo de fútbol. Y por encima de todos ellos el nombre de un comisario, Villarejo, a quien esta y otras historias dibujan como un John Edgar Hoover patrio. Cuenta la leyenda que el histórico director del FBI recibía a los presidentes de Estados Unidos con un dossier de su pasado bajo el brazo para evitarles la tentación de pensar en cesarle. Y así aguantó 37 años en los que le temieron hasta ocho presidentes. Ahí queda la pregunta de por qué el Gobierno ha preferido pasar de puntillas sobre este asunto en lugar de prestar a González el apoyo solicitado. ¿Por qué si el propio ministro del Interior considera que González fue espiado ilegalmente en tiempos de Rubalcaba (razón por la que cesó al comisario de Marbella), mantiene en su puesto al comisario Villarejo, que estaba detrás de esas pesquisas?

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio