SIN ESPINAS
Desde El Salvador
Por Javier de la Rosa1 min
Opinión29-07-2002
26 misioneros españoles en un pueblecito asentado en los lomos del volcán Chinchontepec. 26 jóvenes adinerados de la madre patria que han optado por encontrarse a sí mismos a la luz de los contrastes de su mundo. San Pedro Nonualco es un ejemplo más en el que se construye una ciudad de la alegría, porque aquí la esperanza se escribe con mayúsculas. Después de mirar a los ojos de niños y mayores que no tienen lo mínimo, su sonrisa me deja tan tranquilo por ellos como intranquilo por mi. Hoy sé que ellos saben que Dios les cuida; y que los terremotos que arrasaron sus hogares el año pasado han sido una invitación a su renovación personal, a la solidaridad entre ellos, a la unión fraternal de la comunidad y como aseguran: “para valorar con fidelidad el regalo de la vida”. Y, entre sobresaltos y golpes a la conciencia, a los que tenemos obsequiada la vida facil, nos toca complicárnosla por ellos. Para igualar una balanza sin contrapesar por los pecados de omisión de este mundo de hombres. Aquí, donde la educación y la cultura escasean, he comprobado que la inmensa fe de sus habitantes se come a nuestra razón occidental. Son sabios. Tanto que cuando entras con la cruz del misionero en sus casas, eres tú quien sale evangelizado. Les escuchas y hablan; sin gritar aunque debieran. De guerras, de huracanes, de terremotos, de enfermedades y quién sabe si, algún día, de los malos gestos del volcán que dibuja su horizonte. Y, sin embargo, creen pero, sobre todo, agradecen que el mundo se acuerde de ellos. Tal vez sólo porque por allí pasaron 26 misioneros españoles.