ANÁLISIS DE CULTURA
Fotogenia humana
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura04-06-2014
A 500 kilómetros de Madrid una cámara fotografía a un grupo de gente que se sienta en un banco en una plaza. Conversan sobre política, fútbol y entre calada y calada un suspiro al ver una mujer atravesar la calle. Tranquilos ven la vida pasar en un oasis de calma tensa. Y lo hacen desde Lisboa. El hombre que porta la cámara se acerca a preguntarles. Sospecha que un martes por la mañana esos jóvenes de no más de 30 años tienen pocos nudos que desatar. “Disculpad que os interrumpa, ¿podría sentarme con vosotros y participar?”. Esto mismo, 500 kilómetros atrás, en una capital ahumada, llena de caras largas, otras no tanto, prisas y demasiadas cosas que hacer, supondría un suicidio moral. No es exageración, es que últimamente en esta sociedad hemos desarrollado un complejo de inferioridad que poco tiene que ver con la crisis. Esa mañana, el fotógrafo aprendió tanto o más que los últimos meses en su vida diaria. Esos jóvenes no tenían trabajo, tampoco estudios, pero recibió una lección de moral que trató de poner en marcha en cuanto subió a su moto rumbo a España. Es la sensación que se respira en Portugal. Lo bueno y lo malo, atraso pero humildad generosa entre buena parte de la población. Y esos chavales se sinceraban cada día y él aprendió de fotogenia humana. “De nada servirán los libros y periódicos que lees cada día, tampoco la supuesta solidaridad que vendes en tu trabajo, si cuando llegas a casa descuidas lo que en realidad te importa”. Y escribió un libro que con el título Fotogenia humana pretendió llevar por toda España para aprender sobre la otra cara de la moneda. La del que poco tiene. Y llegó a reposar en una caseta de la Feria del Libro de Madrid. Pero no se vendió demasiado porque aunque las fotografías e historias eran muy buenas, competía con los libros clasificados como "los más vendidos" que le rodeaban. Que si el Rey es más o hemos ejemplar, si la casta roba más o menos, demagogia por un lado y alguna que otra enseñanza. Pero si esos mismos pretendían hacer números, sus fotografías llegaron a quien de verdad quería salirse de la media. El dinero recaudado no sirvió de mucho. Esos jóvenes, en el fondo, querían seguir arreglando el mundo desde un banco. El fotógrafo, sabiendo que poco podía hacer por ellos, trató de darles un empujón hacia el éxito. Pero es que el éxito…es difícil de medir.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press