ANÁLISIS DE CULTURA
Calla, mujer
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura25-09-2013
Se equivocan las feministas radicales que pretenden poner por delante el género antes que la acción. Lo hacen las que, cubiertas de hipocresía, sitúan a la mujer como pilar de la vida. Así tan solo consiguen cambiar los roles sociales y dar la vuelta a la tortilla. Ahora es ella la que exige, el hombre el que acata órdenes, más comúnmente llamado “calzonazos”. Pero no hace falta ser una feminista puño en alto para denunciar hechos que conviven entre nosotros sin darnos cuenta, y que minan nuestra cultura indirectamente. Mohamed Kamal Mustafa ejerció de imán de la mezquita de Fuengirola hasta que salió a la luz un libro que deja a la mujer poco más que como una rata. En él, el autor recomendaba a los hombres cómo pegar a sus mujeres sin dejar rastro, y también sugería golpear “las partes sensibles del cuerpo: cara, pecho, abdomen, cabeza, y así sucesivamente". Ingresó en la cárcel por este pasaje bochornoso, pero 20 días después estaba en la calle por haber realizado un curso sobre los derechos recogidos en la Constitución Española y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tres años después de este episodio, abrió una asesoría en Ceuta para continuar con sus consejos demagógicos a los musulmanes. Con el insulto que conlleva para la mujer musulmana. ¿Qué hace el Gobierno ante este tipo de sucesos indignantes? Poco más que volver la cabeza. No es nuevo que España se ha convertido en un vivero de yihadistas amateurs que se crían aquí para después volar hacia los países en conflicto, en este caso Siria. Hacen daño a la mujer, hacen daño al resto de musulmanes que siguen día a día la religión que profesan sin molestar al prójimo, y esto hace que por desgracia más de uno meta en el saco del islamismo radical a toda la comunidad, tendencia que se ha convertido en el pan de cada día desde que se produjera el atentado contra las Torres Gemelas. Es muy discutible la situación de la mujer en la comunidad musulmana. Para los ojos de los occidentales, el trato que reciben es humillante y vejatorio. Pero nos guste o no, debemos respetarla. Lo que no es de recibo es tolerar sin acciones la violencia explícita, y lo peor aún, sin motivo alguno.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press