SIN CONCESIONES
La alegría del pobre
Por Pablo A. Iglesias
3 min
Opinión01-07-2013
Avisa el refrán que la alegría dura poco en la casa del pobre. Las miserias y adversidades suelen acumularse, mientras que las dichas y fortunas se cuentan con los dedos de una mano. Pero lo cierto es que la alegría es una actitud más que un estado de ánimo. Así que no hay razón para disimular cuando llega una buena noticia ni tampoco para echarse a temblar ante la siguiente desgracia. Si se camuflan los sentimientos, uno acaba convertido en un insensible o en un hipócrita. En ambos casos se pierde la empatía con los demás y, con el tiempo, puede erosionarse hasta la confianza. Una de las alegrías sociales de los últimos días -con permiso de la Selección española de fútbol- la ha generado la entrada en prisión del extesorero del PP Luis Bárcenas. El hombre que almacenó hasta 48 millones de euros en Suiza está ahora entre rejas para evitar que se fugue de España o borre el rastro del dinero que todavía tiene escondido en diversos paraísos fiscales. Si la corrupción ha ascendido a los primeros puestos de las preocupaciones ciudadanas, parece lógico que mucha gente se alegre de que uno de los principales imputados por corrupción duerma en la cárcel. Lo contrario sería de insensibles al malestar general que recorre las calles o de hipócritas que miran para otro lado mientras algunos cometen grandes estafas. Sin embargo, hay quienes no sólo no parecen alegrarse sino que observan cautelosos lo que a partir de ahora puede suceder. Si la tesis oficial del PP es que en el partido desconocían los negocios fraudulentos de Luis Bárcenas, lo razonable sería alegrarse de que el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz le haya enviado a prisión al descubrir sus andanzas. Si algunos dirigentes populares sostienen incluso que parte del dinero que el extesorero guardaba en Suiza lo había robado al propio partido, lo lógico es que su encierro generase una ola de alivio en esta formación. Pero nada más lejos de la razón. Mariano Rajoy esquiva las preguntas sobre el que fuera su gestor económico. La cúpula del PP guarda silencio durante días. Incluso, entre los dirigentes son inmensa mayoría quienes apuestan por la prudencia tanto en público como en privado y aducen que "nadie debe alegrarse de que otra persona entre en prisión". Es tan extraño como si las víctimas del terrorismo pidiesen indulgencia para los asesinos de sus familiares. Semejante actitud escapa al entendimiento, salvo si aplicas otro célebre dicho para tratar de comprender lo incomprensible: "Piensa mal y acertarás". La actitud del PP con Luis Bárcenas sólo se entiende desde hace muchos meses con la más lúgubre de las intenciones. Sólo desde el miedo a las represalias y el pánico a la venganza se mantienen actitudes como las de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal. Sólo así se le paga un sueldo mensual a Bárcenas dos años y medio después de su cese. Sólo así se dan explicaciones de "finiquito simulado" e indemnización "en diferido". Sólo así se reacciona con preocupación cuando debería sentirse sosiego. El motivo no es otro que el miedo a que Bárcenas tire de la manta y deje al desnudo a muchos excompañeros. Creen que el extesorero es tan rico en dinero como en información peligrosa. Sólo así se entiende tanta cautela y tanto silencio. Sólo si el PP actúa desde el pesimismo de asumir que la alegría dura muy poco en la casa del pobre.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito