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La presión internacional, el arma para combatir las injusticias

Por La SemanaTiempo de lectura1 min
Sociedad26-05-2002

Los movimientos populares e iniciativas de organizaciones sin ánimo de lucro están influyendo en los casos de violación de los Derechos Humanos. En este contexto, la actualidad presenta el ejemplo de Amina, una mujer nigeriana de 35 años que podría morir condenada por adulterio. Una compatriota suya se salvó hace unas semanas después de grandes movilizaciones internacionales contra la ley de este país africano.

El aumento del número de ejecutados en el año 2001 no hace esperar con ilusión en un futuro más justo. La Humanidad ha entrado en el siglo XXI, el del progreso y las libertades, y todavía existe la silla eléctrica, la lapidación y las inyecciones letales, indistintamente del lugar en el que se apliquen. Safiya se hizo popular por estar a punto de morir lapidada. La Justicia nigeriana la acusaba de adulterio. El movimiento internacional de rechazo a este tipo de situaciones ha ayudado a resolver muchos casos de acuerdo a los Derechos Humanos. Muchos otros siguen pendientes. Los motivos son diversos. Hay otra Safiya. Ahora la protagonista se llama Amina, otra mujer, y también es de Nigeria. La Justicia de su país no la permitió tener un abogado en el primer juicio. También hay otro Joaquín José en Florida (Estados Unidos) y muchos son los camioneros europeos que permanecen encarcelados en el norte de África en pésimas condiciones de salubridad, acusados de transportar droga. El debate es quizás otro muy diferente a la culpabilidad de una persona: que si después de un juicio justo ha de cumplir una condena por el daño causado, que esta sea conforme a lo estipulado por los Derechos Humanos. Quedan sobre la piel del mundo muchos otros ejemplos de la injusticia, llámense en países subdesarrollados o capitalistas. La injusticia, a juzgar por estos casos y los que se desconocen, es universal.

Fotografía de La Semana