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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Si mañana hubiese elecciones

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura2 min
España28-01-2013

Cada vez son más los votantes del PP que reconocen abiertamente que de celebrarse mañana elecciones generales no repetirían su voto. Ni al PP, ni a nadie. Ante esta confesión uno no sabe si alegrarse o salir corriendo. Asusta que sólo un año sea lo que ha durado la confianza que llevó a Rajoy a La Moncloa con mayoría absoluta. Que tras el rotundo fracaso socialista, a España apenas le haya durado unos meses el plan B. Entonces basta hacer un repaso para entender rápidamente las razones de tanto votante desencantado. Rajoy heredó un país enfermo económicamente, pero también la confianza de muchos millones de españoles dispuestos a apretarse el cinturón con políticas de recortes. Hasta justificaban sus promesas incumplidas en esa herencia recibida y en el “algo había que hacer”. Pero del PP se esperaba además una regeneración democrática profunda. Cambiar muchos de los vicios en los que vivía instalada la casta política, empezando por algunos andamiajes podridos del Estado. Rajoy no sólo no lo está haciendo, sino que está acrecentando esos vicios. Y es justo ahí donde se produce el descontento. No se puede pedir a la gente que se apriete el cinturón cuando desde el Gobierno y el partido que lo sostiene no se da ejemplo. No es una cuestión de que los políticos pasen a cobrar 800 euros. Bastaría con mostrar una voluntad real de desmontar demasiados chiringuitos deficitarios en los que se apoltronan mediocres y pelotas. La voluntad real de explicar de dónde sacó Bárcenas 22 millones de euros. La voluntad real de llegar hasta el fondo en la cuestión de los pagos en B. La voluntad real de guardar al menos ciertas formas y no colocar a tu marido en puestos de privilegio. Que Montoro admita que la amnistía fiscal ha sido una chapuza en lugar de reírse. El descontento viene provocado por esa chulería a la hora de ejercer el poder que tiene en los últimos indultos una de sus expresiones más sangrantes. Ni siquiera eso lo ha cambiado el PP. Los últimos escándalos están sirviendo para retratar a una clase política cuyos discursos tienen la misma validez que las lágrimas de cocodrilo de Soraya, un artículo de Amy Martin o un pacto anticorrupción al que recurren siempre los partidos como los boxeadores cuando se abrazan extenuados para no caer a la lona. España ya ni siquiera habla de la crisis, si no de los desmanes de sus gobernantes. Y a pesar de que la mierda siempre aflora por algún lado, la sensación es parecida a la que tenía aquel capitán del ejército norteamericano interpretado por Tom Hanks en Salvar al soldado Ryan. Decía que cada vez que mataba a un enemigo se sentía más lejos de volver a casa. En esta España, cada vez que se pilla a un político con las manos en la masa, también da la impresión de que estamos más lejos de salir del túnel.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio