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ANÁLISIS DE ECONOMÍA

El INE también se equivoca

Fotografía

Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
Economía30-01-2010

Está compuesto por humanos y, como tal, puede equivocarse. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ya metió la pata en la última década del siglo pasado al vaticinar en sus proyecciones un envejecimiento imparable e inmediato para España. Y resulta que tuvo que corregir sus previsiones porque los inmigrantes cambiaron el panorama y hasta la tasa de natalidad. ¿Por qué no puede errar de nuevo ahora, cuando pronostica que en 2049 habrá sólo un trabajador por cada jubilado o por cada niño? Hay numerosos factores que el INE no puede controlar y que estropearían su pirámide regresiva. De hecho, el Gobierno debería buscar soluciones para cambiar esa pirámide en vez de obligarnos a trabajar hasta los 67 años para que las cuentas de la Seguridad Social cuadren. No se debería negar el derecho a trabajar durante más tiempo a aquél que quiere hacerlo, sobre todo cuando la esperanza de vida, y su calidad, han aumentado. Pero da risa plantear que toda la población activa debería hacerlo cuando lo que está al orden del día son las prejubilaciones y el paro juvenil. Estamos desaprovechando trabajadores en el culmen de su experiencia -en el primer caso- y en la cumbre de su ilusión –en el segundo- y nos planteamos alargar la edad laboral mientras hay tanta masa poblacional rascándose la barriga, con perdón. Suena a chiste. El Gobierno tendría que pensar en fomentar la creación de puestos de trabajo de valor –no de temporada ni dependientes de burbujas caprichosas como la construcción o el turismo barato- para no tirar por la borda tanto potencial y, consecuentemente, engordar sus arcas, que es lo que realmente desea cualquier ejecutivo. El buen sistema económico resultante atraería a inmigrantes cualificados, que contribuirían a asegurar las pensiones del futuro. Por otra parte, el INE constata el envejecimiento de la población, y la alternativa para equilibrarlo es mejorar la tasa de natalidad. Pero ningún Gobierno puede pretender que ésta aumente si no pone en marcha políticas de conciliación sólidas, y si deja que el mercado laboral se deteriore hasta el punto de que las empresas hagan imposible a sus empleados compaginar el trabajo con el cuidado de sus hijos. Por ello, me parece secundario y accesorio incrementar la edad de jubilación hasta los 67 años si a la vez, o antes de recurrir a tan impopular medida, no se ponen en marcha otras medidas más estructurales que solucionen de verdad el problema de base, el envejecimiento, en vez de ponerle parches para salvar al estado del bienestar sobre frágiles palillos.

Fotografía de Gema Diego