SIN ESPINAS
La muerte del pez chico
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión10-02-2002
Pues no tenía más que comer. La reflexión de esta semana la propicia la lectura de una hoja parroquial. Esas a las que los católicos le hacemos poco caso -¡así nos luce el pelo!- y en las que cada semana se pueden encontrar las serias reflexiones de un párroco sabio o, en su defecto, las sabias reflexiones de un párroco serio. A día de hoy, si hiciéramos una de esas famosas encuestas o pulsómetros que algunos utilizan para poner en boca de la gente lo que ellos piensan; y en esa encuesta preguntásemos cual es el mayor problema que acecha al mundo, estarán de acuerdo conmigo que no pocos -por no decir la mayoría- apuntarían a que es el terrorismo internacional la lacra de nuestro tiempo. Mentira cochina. La campaña impulsada por los medios de comunicación, serviles a sus poderosos patronos, ha permitido de nuevo que en esta sociedad de la información se introduzca la impura falacia de una operación planificada. Operación cuyo triunfo es hacernos creer que es necesario el rearme mundial de los estados para protegernos de los malos malísimos. Es como decirle a un león que se afile los dientes para no atragantarse con una rata de alcantarilla. Mentira cochina cuando en el tiempo que vosotros vais a invertir en el leer este artículo habrán muerto de hambre en el mundo 125 personas. Muere gente, somos muchos en el planeta, dirá alguno. Sí, cada año 13 millones de niños menos, y por no probar ese bocado que tú y yo tiramos a la basura o nos ahorramos en contra de nuestra salud para estar más bellos. Demagógico, me dirá otro. No me importa el calificativo, esto hay que decirlo sin parar ni mirar a quien. Recuerdo haberlo escrito ya en este mi rincón de La Semana.es: OBL y la muerte del ABM. A esos argumentos uno este. Bush hablaba el otro día en su discurso ante el Congreso norteamericano de mayor inversión en defensa y armamento para relanzar la economía de su país. Lo hacía sabedor de que el trabajo de marketing hecho ante la opinión pública ha sido todo un éxito. Éxito que tan pronto le permite un parloteo triunfalista como un baño de multitudes. Pero desde fuera se ve más claro y no se olvida que, desde el momento en que una fábrica se pone en marcha, hace falta inventar guerras y guerrillas donde colocar el producto. Así ha sido siempre y así será hasta que el hombre no cambie. Bush me dirá sin medirse: hijo, así es el capitalismo. Y yo lloraré creyendo en Adam Smith y Darwin, o sea, en que la justicia de los líderes del mundo no es más que la de dejar fluir libremente al mercado de la oferta y la demanda, y que el pez chico se comerá siempre al grande. Y más tarde: la muerte del pez chico mató al grande.