SIN CONCESIONES
Volvemos a EEUU
Por Pablo A. Iglesias
3 min
Opinión05-04-2009
Les propongo un sencillo juego. Cierren lo ojos e imaginen la silueta de un presidente español que haya quedado cegado ante la presencia de su homólogo estadounidense. Fácil... ¿verdad? Piensen en ese hombre y lean detenidamente las palabras que pronunció tras su primer encuentro cara a cara: "Me ha causado una magnífica impresión, por su cercanía, por su capacidad de diálogo, por su voluntad de entendimiento... mi impresión no puede ser mejor". Fueron apenas unos segundos pero el gobernante español quedó fascinado por la aureola del líder yanki. Si no fueran dos hombres y no estuvieran casados, parecería que allí surgió el amor a primera vista o que nuestro presidente ya estaba políticamente enamorado de su colega anglosajón. El juego llega hasta aquí. Seguramente ustedes habrán dibujado un perfil bajito del presidente, con abundante pelo negro y bigote blanquecino. Pero lo cierto es que fue Zapatero hace pocos días y no Aznar quien pronunció esas palabras para describir su primera charla informal con Barack Obama. Zapatero cada vez se asemeja más a Aznar: por egocentrismo, por su sinrazón, por la soledad parlamentaria, por las mentiras, por su pleitesía hacia el presidente de Estados Unidos. Cierto es que Aznar parecía soberbio y vanidoso, mientras Zapatero aparenta sencillez y amabilidad. Pero lo importante no es lo que cada uno de ellos parece, sino lo que hace y ambos están haciendo lo mismo. La única diferencia por ahora es que a Zapatero le pesa demasiado la conciencia por su desplante de Iraq. Por eso manda más tropas a Afganistán. Por eso pone la escusa del proceso electoral, aunque sean militares armados dispuestos a matar talibanes. Jamás aceptará que el Ejército español participe en una guerra bajo sus órdenes porque él es el presidente de la paz y el diálogo. Por eso actúa como si la política internacional fuera un juego de palabras, pero no lo es. Ver a Zapatero y Obama intercambiando elogios parece un deyavou, una escena más propia de otros tiempos en los que George W. Bush dirigía la Casa Blanca y José María Aznar estaba al frente de España. Entonces se criticaba el seguidismo gubernamental a las políticas americanas mucho antes de que la cumbre de las Azores acordase la intervención militar en Iraq. La oposición de Zapatero entonaba una y otra vez que el papel de España estaba en Europa a pesar del monopolio continental conformado por el francés Jacques Chirac y el alemán Gerhard Schröder. Hace cinco años, el PSOE se presentó a las elecciones europeas con el lema Volvemos a Europa pero ahora emprende el mismo camino que Aznar. Parece más preocupado de obtener alguna clase de privilegio de Obama que de entablar una estrecha amistad con Francia y Alemania. Al fin y al cabo, fue el propio Zapatero quien llamó "fracasada" a Angela Merkel e hizo campaña electoral en suelo galo contra Nicolas Sarkozy. En diplomacia estas cosas nunca se olvidan. Ahora, ya no caminamos hacia Europa sino que hace meses que miramos hacia Estados Unidos y aplaudimos con admiración cada palabra del nuevo presidente. Puestos a jugar, el PSOE podría convocar un concurso para el cartel de las elecciones europeas de junio. Bastaría con cambiar una palabra al empleado en 2004. Tras la victoria de Obama, Zapatero debería admitir la verdad y titular su campaña Volvemos a EEUU. Quién le ha visto y quién le ve.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito