ACHIQUE DE ESPACIOS
Bendita naturaleza
Por Nacho García Barco2 min
Deportes14-01-2002
Cada noche, cuando las luces iluminan el paraíso del baloncesto, Pau se coloca el frac, se ajusta la pajarita, aprieta los dientes y avanza un poco más hacia el infinito, mientras -poco a poco-, crece él y hace crecer a su equipo en ese firmamento deslumbrante que es la NBA. A estas alturas, con cuatro meses de competición, si algo está caracterizando a Pau Gasol es su exagerada capacidad para derribar prejuicios inútiles que le perseguían y, a la vez, para confirmar su inmenso talento. Tras una pasada temporada sin igual en la ACB, donde media Liga del Barcelona se la debe Aíto al ala-pívot catalán, no le fue suficiente deslumbrar en el europeo de Turquía, donde la selección española fue tercera, para acudir con suficiente crédito a la conquista de la NBA. Entonces comenzaron a aflorar dudas tales como su inmadurez e inexperiencia, su débil físico, el tan comentado acoplamiento a una Liga desconocida y otra serie de argumentos que han sido desmontados vertiginosamente por el propio protagonista de la historia. Si por algo está sobreviviendo, y de qué manera, Pau en la mejor Liga del mundo es por algo que no tiene que ver ni con entrenamientos, ni con horas de preparación ni con cosas por el estilo. Es la naturaleza de este chico, como la del delantero Raúl, por ejemplo, la que le está marcando en su camino hacia cotas más altas en el baloncesto americano -que llegarán, seguro-. Esa determinación para afrontar todo lo que se propone, esa voracidad con la que encara cada partido y cada jugada, y esa intensidad y esas ganas de ganar le hacen ser la mejor promesa de la actualidad. Le da igual a quién tenga delante: vuela hacia la canasta para terminar matando la jugada con una rabia propia tan sólo de los ganadores natos. Pero lo mejor es que no tiene techo. Cada día enseña una carta nueva: si un gancho con la izquierda que tiene pinta de arma mortal, que si una destreza propia para taponar, si un más que aceptable porcentaje de tiro. Está sacando petróleo de estos primeros meses en la NBA y, con una media de casi 36 minutos jugados por partido, está demostrando que debe volar en paraísos mejores que el de los Grizzlies. La naturaleza de este chico es voraz, y América ya se ha dado cuenta.