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SIN CONCESIONES

Menuda inJusticia

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión14-09-2008

Los grandes premios internacionales siempre son para las celebridades. Los jurados tienden a fijarse en mandatarios gubernamentales o en personalidades susceptibles de transformarse en un icono mundial. Ahí queda el casi olvidado Premio Nobel de la Paz para Koffi Annan o el reciente Príncipe de Asturias de la Concordia para Ingrid Betancourt. Las portadas de las revistas con más prestigio del planeta trabajan con la misma pauta. Para salir en la primera de Time o People hay que ser multimillonario, poseer una gran empresa con delegaciones en todos los continentes o protagonizar las mejores películas de Hollywood. Casi nadie se fija en personas humildes, sencillas, con escasos ahorros, capaces de superar con entereza el mayor trauma de la vida, con serenidad para hacer frente a los poderosos y con la paciencia necesaria para confiar en una justicia divina que devuelva la paz al corazón. Juan José Cortés, el padre de la niña Mari Luz, reúne todas estas virtudes. Acumula más méritos para ser distinguido que muchos de los que aglutinan estatuillas y fotografías de couché en las estanterías de sus casas. Cortés ha perdido una hija pero ha ganado una causa por la que vivir. No quiere venganza. Tampoco quiere recuperar a su hija, pues tiene asumida su muerte. Sólo espera Justicia, en mayúsculas, por parte de un estado que hasta ahora ha respondido en minúsculas a su ejemplo de humanidad, de calma y de fe. Fue triste averiguar que el hombre que secuestró y asesinó a su hija tenía a sus espaldas dos condenas por abusos sexuales. Fue duro conocer que aquel hombre estaba en libertad porque el juez no había ejecutado la sentencia. Fue cruel imaginar que Mari Luz aún estaría viva si la Justicia hubiera funcionado correctamente. Mas es vergonzoso saber que semejante negligencia va a saldarse con una multa de 1.500 euros. Juan José Cortes ha comprobado las deficiencias del sistema judicial español. Pero permanece firme, tranquilo y fiel a sus principios mientras los dirigentes políticos pelean por aparentar sensibilidad con esta tremenda injusticia. Si a los gobernantes realmente les importara la Justicia, no la utilizarían como una ficha más del tablero electoral. No colocarían a sus amigos en el Consejo General del Poder Judicial. No promocionarían a los magistrados que les han ayudado en el pasado. No mirarían su afiliación ni su simpatía política. Cambiarían la ley para impulsar una Justicia realmente independiente. Si Montesquieu resucitara y mirase el sistema judicial español, a buen seguro le daría un infarto y volvería a caer sobre la tumba. Su teoría de la separación de poderes parece una quimera a la vista del modo en que los políticos eligen a los vocales del Poder Judicial y de los méritos que buscan en ellos. El padre de Mari Luz no es abogado, ni fiscal ni ha estudiado Derecho. Pero tiene el sentido común y la suficiente sensatez para advertir por sí mismo que la Justicia se ha comportado con él de manera "lamentable". Las llamadas telefónicas del presidente del Gobierno o del líder de la oposición pueden ser un estímulo, pero no van a paliar el sentimiento de injusticia. Juan José Cortés piensa seguir luchando sin violencia pero con la fuerza de la razón por honrar la memoria de su hija. Mari Luz no está enterrada en la cuneta de una carretera ni padece una enfermedad irreversible. Está muerta pero sus padres quieren para ella una muerte digna. Y en este caso, como en el de las víctimas del terrorismo, la dignidad sólo llega con la Justicia.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito