ANÁLISIS DE DEPORTES
La cara menos amable del éxito español
Por Roberto J. Madrigal
3 min
Deportes29-06-2008
Paso a paso, España se creyó campeona y lo consiguió. Lo hizo, además de con sus virtudes futbolísticas, ya suficientemente glosadas, y con la fortuna de que ningún equipo, salvo Italia, logró desactivar la mejor virtud hispana, el talento y trabajo del medio campo, a pesar de que los delanteros, con más esfuerzo a veces que acierto, tuvieron más difícil brillar. Pero la celebración fue irreprochable, no sólo por el pasillo con el que honraron al perdedor alemán, sino -sobre todo- por los guiños que hicieron justicia con la historia: Andrés Palop se puso la camiseta que Luis Miguel Arconada -que estuvo invitado en el palco del estadio por su enemigo, el francés Michel Platini, actual presidente de la UEFA- vistió en la derrota de 1984, Íker Casillas se acordó tras la semifinal del médico -recientemente fallecido- Genaro Borrás, Sergio Ramos rindió homenaje al fallecido Antonio Puerta... no es que se pueda mirar atrás y ver muchos referentes para el orgullo -la Federación Española patinó y se olvidó de invitar a los campeones de 1964, un detalle que no hubiera estado de más-, pero con poco, el fútbol demostró que puede unir como ningún otro acontecimiento. Pero el triunfo tuvo varias sombras. Para empezar, el seleccionador, por más que cumplir bien con su trabajo ante los jugadores, no ha sabido manejarse en el cargo: siendo la cara del equipo, se espera de él que sepa gestionar la imagen del grupo y la institución que representa. Los dimes y diretes con la dimisión -Aragonés ya dijo que se marchaba tras el Mundial de Alemania, en 2006- han sido bochornosos; la Federación, con un presidente metido en otras guerras y descoordinado con el director deportivo, Fernando Hierro, tampoco ha cumplido su papel y el colofón, como no podía ser de otro modo, llegó en plena competición con el anuncio de su fichaje por el Fenerbahçe turco -sin tener nada firmado, según reconoció el técnico-. Esa parte, al menos, parece asegurada si finalmente se confirma a Vicente del Bosque. Y ojalá que dure, haya buenos o malos resultados. En cuanto su labor con los jugadores, Aragonés ha tirado de veteranía y saber para dejar una base de jugadores jóvenes, ciertamente, pero queda por ver hasta qué punto su trabajo es aprovechable por otro entrenador que quiera imponer nuevas ideas. El sabio acertó con la lectura de los partidos, el ambiente de compañerismo entre los jugadores fue el adecuado y la ausencia de Raúl -y de su compañero Guti- se acabó por revelar como un acierto. Aun así, vistos los pocos minutos que ha tenido y el pobre rendimiento de Sergio García, el siete podría haber estado en la Eurocopa. En todo caso, es fácil hablar a toro pasado y el debate es, ya, estéril. Pero las dudas, en todo caso, estaban justificadas: antes de la Eurocopa, Aragonés sólo había ganado un título internacional: la Copa Intercontinental de 1974. Sin embargo, la victoria ahogó la autocrítica que también merecía la ocasión. La cobertura por parte del grupo Prisa ha estomagado por su propaganda, aunque no sorprende; sí lo ha sido, en cambio, que la cautela -dentro del optimismo- que reinó hasta los cuartos de final dio paso a la euforia -desmedida- en vísperas de la final. Conviene tener cuidado con los forofismos, porque atreverse a afirmar que España ganará el Mundial de Suráfrica -como algunos han dicho- es, ante todo, empezar la casa por el tejado y no respetar a los rivales. Contando que España tiene, en 2009, una excelente piedra de toque con la Copa de las Confederaciones, un torneo que enfrenta a los campeones continentales y al campeón del mundo. Ése será el momento para comprobar si, por fin, España se quita la etiqueta de perdedor quejoso.
