De la fuga a la exportación de ‘cerebros’
Por Alba Rodríguez
2 min
Sociedad28-12-2001
La fuga de cerebros al extranjero sigue siendo una asignatura pendiente del sistema científico español. Hoy día, el problema va más allá que en años anteriores: y es que España se ha convertido en un verdadero exportador de investigadores. Desde el año 1982, cuando se impulsó una política para financiar la formación de los jóvenes científicos españoles en el extranjero, el Gobierno ha invertido grandes cantidades de dinero en becas para la formación en otros países de jóvenes investigadores.
Después de gastarse decenas de millones en su formación, España no permite que estos científicos vuelvan a investigar dentro del territorio nacional, debido a la falta de plazas y oportunidades o a la precariedad de los contratos. Tras varios años de entrenamiento entre el sector de la investigación y el administrativo, los jóvenes desarrollan el talento científico suficiente para elevar la calidad de la investigación hasta alcanzar el reconocimiento internacional, pero ese reconocimiento tiene escasa o nula importancia a la hora de regresar a su país de origen, ya que el sistema público español no los admite y el privado cree que no los necesita. Casi el 95 por ciento de la industria española se basa en los pequeños negocios, que difícilmente ven la necesidad de contratar personas altamente cualificadas. Por otra parte, los tres niveles de empleo en el CSIC -científico titular, investigador y profesor- y los dos niveles en la Universidad -profesor titular y catedrático- son en España -a diferencia de EE.UU. o Alemania, por ejemplo, puestos vitalicios, lo que plantea el grave problema de que nadie controla el rendimiento de aquellos trabajadores que tienen su puesto asegurado de por vida. Además, esta situación hace difícil la incorporación de nuevos investigadores a los equipos del CSIC o de la Universidad, ya que rara vez se producen vacantes. Sea por un motivo o por otro, existe en la actualidad en España un gran número de jóvenes científicos -o no tan jóvenes- cuya media de edad ronda los 35 años, que tienen entre diez y doce años de experiencia de trabajo como investigadores profesionales, algunos de los cuales han publicado en revistas punteras en el terreno científico como Science y Nature (algo que muchos científicos veteranos no consiguen en toda su vida) y que, sin embargo, no consiguen hallar un puesto de trabajo en este país. La mayor parte de ellos intentó volver a España con la idea de que el prestigio y la talla científica les abriría el camino, pero se encontraron con la paradoja de que en este país sobra talento científico y, por el contrario, falta financiación.