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PUNTOS DE DEBATE

Xenofobia Azzurra

Fotografía

Por Elías SaidTiempo de lectura2 min
Opinión19-04-2008

La vuelta a escena de Silvio Berlusconi no ha pasado desapercibida. Con la carga de populismo que le es propia, esta semana en Roma se ha quitado la careta para mostrar sus más enconados deseos por establecer en Italia medidas claramente xenófobas, propias de tiempos ya pasados en Europa. Tal es el caso de la Ley Bossi-Fini de Inmigración, en la que pretende cerrar las fronteras de dicho país y establecer campos de detención para la identificación de extranjeros sin empleo, penalizando al “no comunitario”. Dicha medida hace que el contrato de integración puesto en marcha por Zarkozy en Francia o propuesto por Rajoy en España sean “progresistas” al lado del nuevo exabrupto propuesto por Berlusconi. Si bien es cierto que cada país tiene que trabajar en la defensa de su seguridad y en aras a establecer marcos legales para el acceso de los “no comunitarios”, la política ejercida por Berlusconi, Sarkozy u otros dirigentes de la “sabia” Europa, solo me permiten certificar la intolerancia e incomprensión para con los “recién llegados” en las “sociedades receptoras”. Unas personas que, en su gran mayoría, a pesar de ser estigmatizados como causantes de muchos de los problemas actuales en cada país (desempleo, inseguridad, pobreza, pérdida de calidad de la enseñanza, entre otros), también traen un cúmulo de riqueza cultural y mano de obra a una región marcada por la vejez y por el oscuro horizonte de inconvenientes que ello traerá para el mantenimiento del Estado de Bienestar. No planteo santificar a los inmigrantes, pero tampoco satanizarlos. Nuestras sociedades, han olvidado mirar la Historia con sentido crítico y, en muchos casos, sin el menor interés por recordar las aventuras que muchos de nuestros familiares tuvieron que pasar para garantizar a sus familias un futuro mejor en tierras distantes: chinos, árabes, irlandeses, portugueses, españoles, italianos, ecuatorianos, colombianos o venezolanos, todos compartimos un pasado o presente inmigrante, duro pero igualmente gratificante, en la medida que hacemos o nos dejan hacer nuestra la tierra que nos recibe. Nuestros líderes parecen olvidarse de esto y continúan esgrimiendo, muchos de ellos, la bandera de lo “nuestro” y lo “nacional” como argumento para esconder su visión limitada y su falta de reconocimiento de políticas donde se fortalezca lo intercultural. Donde lo mío se haga tuyo, pero lo tuyo mío, con respeto, tolerancia y potenciando al máximo lo positivo sobre lo negativo. O, ¿es que un italiano es mejor por ser italiano? ¿Y qué pasa con un hijo de ecuatoriano nacido en España, es de un nivel inferior? Quisiera que alguien me ayudase a comprender cómo tienen cada vez más cabida discursos como los de Berlusconi en una sociedad como la europea, marcada por una historia rica pero que también les ha empujado a muchos de sus hijos a otros lares. Si no se llega a una respuesta clara, se seguirán dando conmemoraciones del 20-N en España, coches quemados en suburbios de París y guetos en cualquier ciudad de Europa que imaginen.

Fotografía de Elías Said