SIN CONCESIONES
Ser y parecer
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión24-02-2008
Llevo una semana empotrado en una de las caravanas electorales que recorren España durante esta campaña. He seguido a Mariano Rajoy por varias ciudades y comunidades autónomas, he escuchado íntegramente cada uno de sus mítines, incluso he podido hablar con él y preguntarle algunas curiosidades con vistas a los comicios del 9 de marzo y los debates electorales que van a enfrentarle a José Luis Rodríguez Zapatero. También he estudiado a fondo el resultado de las urnas de 2004 y he comprobado que, provincia a provincia, las posibilidades de que Rajoy dé una sorpresa en las elecciones y se convierta en el próximo presidente del Gobierno son mucho más reales de lo que indican las encuestas. Es prácticamente seguro que el PP ganará en muchas más provincias que el PSOE, cosa que ya ocurrió en 2004. Pero la verdadera clave son los escaños, los diputados que consiga cada partido y que, a la postre, serán los que tengan que elegir con su voto al próximo jefe del Ejecutivo. Ahí, no está tan claro porque la ventaja del PSOE en grandes regiones como Andalucía y Cataluña es mucho mayor que la del PP en Comunidad Valenciana o Madrid. Estas elecciones van a decidirse fundamentalmente por lo que ocurra en los debates de televisión. Pero lo importante de los careos entre Zapatero y Rajoy no es lo que allí pase, sino cómo pase. Si algo he comprobado en esta semana persiguiendo al candidato del PP por toda España es que ha recibido muchas lecciones de oratoria, de expresión corporal, de hablar en público, de telegenia y de interlocución con el público. Es decir, ha trabajado aquello que nunca le había interesado y en lo que Zapatero le saca tanta ventaja. Fue al darme cuenta de esta mutación cuando de inmediato me surgió la pregunta. ¿Por qué no se preparó hace cuatro años en esa faceta o... por qué no lo ha hecho desde el inicio de esta legislatura? La respuesta es sencilla. Rajoy ha tardado en aprender que la política no es sólo tener conocimientos para gestionar después con éxito, sino que además exige buenas dotes de comunicación para llegar al público, conectar con él, convencerle y atraer su voto. Es ahora cuando en los corrillos con los periodistas nos reconoce que la campaña es un "circo". Hay que salir a la pista, llamar la atención y conseguir más aplausos que el adversario. A veces se consigue domesticando a las fieras, otras haciendo equilibrios sobre una cuerda, incluso a veces es necesario hacer un poco el payaso. A Rajoy no le gusta semejante circo y se siente profundamente incómodo en ese papel. "Yo no soy un actor", ha dicho en ocasiones a quienes trataban de convencerle de que de nada sirve ser mejor que el adversario si no se demuestra con acciones, con palabras y con gestos. El imperio de la imagen ha subordinado el fondo a las formas y los partidos políticos no se han quedado atrás en aplicar esta doctrina a las campañas electorales. De la disyuntiva del ser o no ser de Hamlet hemos pasado a la duda entre el ser y el parecer que cada vez más se plantean muchos políticos. Se puede ser profundamente conservador y en cambio transmitir una imagen de centrista, como Gallardón. Se puede ser profundamente autoritaria y en cambio ofrecer una imagen liberal, como Esperanza Aguirre. Pero también se pueden acumular múltiples virtudes y, sin embargo, generar dudas e inseguridad. Así que, en estos días de mitin diario y estrategias de partidos propias de una campaña electoral, he recordado un antiguo dicho que de niño siempre escuché en casa y que contiene la receta para triunfar en la vida pública. La mujer del césar no sólo tiene que ser honrada, además tiene que parecerlo.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito