ROJO SOBRE GRIS
Trampas al solitario
Por Amalia Casado
1 min
Opinión18-02-2008
No me acuerdo de a quién se la escuché, pero me encantó. No fue hace mucho tiempo, tres semanas quizás, pero la he usado muchísimo. Tiene fuerza, es muy plástica: hacerse trampas al solitario. Vivimos en un mundo hacia fuera, en una especie de gran baile de máscaras en el que lo que piensen, digan u opinen de nosotros tiene un gran peso en nuestra existencia. Le dedicamos tiempo a nuestro cuerpo, a nuestra ropa, a “nuestras cosas” y a todo lo que esté en nuestras manos que nos ayude a “parecer”. El resultado es que desaparecemos. Desaparecemos detrás de nuestras propias justificaciones; detrás de nuestras trampas, grandes o pequeñas. Podemos llegar hasta a convencernos de que nos creemos nuestros propios engaños, cuando lo cierto es que sólo unos pocos de los que se engañan a sí mismos sufren ese trastorno psicológico que padece quien se cree sus propias mentiras. Nos hacemos trampas al solitario y podemos llegar a justificar que no lo son, que ponemos toda la carne en el asador, y que hemos ganado. En lo escondido crecen la amargura y la tristeza que se tornan en mediocridad y en falta de sentido: eso es lo que disfrazamos con apariencias. Quiero pensar que la conciencia es más fuerte, que no podemos engañarnos toda la vida, que en momentos decisivos, cuando menos te lo esperas, descubres la necesidad de sincerarte contigo mismo: de volver al interior, a esa partida al solitario en que sólo gana quien no se engaña. Es entonces cuando dejamos de “parecer” para “aparecer”. Y cuando cambia nuestra vida. Este Rojo sobre gris es para mi amiga Maruca, una ganadora de solitarios: por permitirme ser testigo de la irresistible fuerza contagiosa que tiene la verdad, de su aplastante sencillez, de su sobrecogedora generosidad, de su capacidad transformadora.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo