SER UNIVERSITARIO
Icono Sarkozy
Por Álvaro Abellán
3 min
Opinión30-12-2007
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ha protagonizado más portadas que nunca gracias a las vacaciones pagadas por un millonario que comparte con su hijo y su nueva novia, Carla Bruni, una modelo-cantante cuyo atractivo público tiene mucho que ver con su belleza exterior, pero también con cierta bohemia cosmopolita y hasta un discurso político articulado -de izquierda y muy crítico con Sarkozy, por cierto-. Podríamos hablar de cómo el hombre de hierro de la derecha conquistó el corazón de la activista bohemia de izquierdas. Podríamos hablar de cómo el hombre despechado superó el que su esposa le dejara cambiándola por otra igual, pero más joven y guapa. Podríamos hablar del carisma de este hombre muy criticado, pero elegido por la gran mayoría de los franceses como su presidente, su símbolo, su máximo representante del Estado. Podríamos hablar de su discurso, uno de los más claros y políticamente incorrectos de Europa, pero profundamente respetuosos con el espíritu democrático y con la tradición francesa. Cualquiera de estas imágenes sería una sugerente metáfora del hombre que hay detrás del cargo. Pero no nos interesan hoy las metáforas, sino sus ideas y su coherencia. Sarkozy se alzó con la victoria en Francia porque habló con dureza… contra los franceses. Eso dice mucho del valor de este político, y también de la madurez del electorado francés. Sarkozy afirmó, sin pelos en la lengua, que “el problema de Francia es que no trabajamos lo suficiente”. También que se proponía instaurar una cultura del “mérito” frente al “igualitarismo” y el “asistencialismo”. Y ha actuado en consecuencia. Es cierto que ha multiplicado su sueldo, pero también que trabaja más horas que sus predecesores en el cargo. Es cierto que sus vacaciones son ostentosas, pero también lo es que son las justas por ley, que no le cuestan un duro al ciudadano francés y que su cargo y responsabilidades merecen un descanso como él considere oportuno. Es cierto que invita un millonario, pero es juzgar conciencias ajenas afirmar que eso supondrá contrapartidas -aunque, sin duda, puede fomentarlas-. Todos los gestos de estos días citados más arriba confirman sus palabras: trabajando duro y bien ganaremos un mérito que nos hará fuertes y poderosos. Y él ha predicado con el ejemplo. Sería hipócrita por su parte que veraneara como un francés más, porque no lo es. Sería hipócrita que se quedara llorando en su casa porque su mujer le ha dejado, si ya ha puesto los medios para superar esa decepción. Y sería hipócrita si las crisis y críticas le hicieran apocado y le paralizaran, porque su apuesta es precisamente contra el inmovilismo y el miedo. Sarkozy es coherente con su discurso público. Tanto, que su vida es icono e imagen de sus palabras. Sería un fenómeno comunicativo a estudiar, si no fuera porque en este caso su imagen está hecha de poca ciencia y mucha vida -justo lo contrario que los artificiosos Rajoy y Zapatero-. Ahora bien, que su discurso sea coherente, no quiere decir que sea bueno. Más coherentes, metódicos y meticulosos que los asesinos en serie, los hay pocos. Pero la crítica a Sarkozy, entonces, no deberá limitarse a condenar lo que hace, sino a atacar los fundamentos ideológicos por los cuales lo hace. Pero como eso sería regalar munición a sus más groseros enemigos, lo dejaré para otro artículo. Aunque discrepe en muchas cosas de Sarkozy, creo que es lo más estimulante que le ha pasado a la política europea en los últimos años.