ANÁLISIS DE DEPORTES
La contrafiesta de los independentistas
Por Roberto J. Madrigal
2 min
Deportes30-12-2007
Me da pereza hablar de las selecciones deportivas autonómicas, entre otras cosas porque la legislación internacional es clara al respecto. Pero en estas fechas, las únicas que permite el calendario para jugar alguna pachanga y desempolvar las banderas y eslóganes varios –por lo general, además, faltos de respeto, aunque no siempre–, es cuando algunos pueden armar ruido y pretender impulsar lo que no es deporte. La búsqueda manipulada de referentes victimistas empezó pronto, con unos vídeos de todo punto ilegítimos –no por lo que pretendían defender, sino por la falta de respeto a dos países como Francia y España, y por ende, a aquellos ciudadanos que no son ni catalanes ni vascos– que, gracias al altavoz de los medios informativos, más o menos cómplices en su grado de afinidad y criterio informativo, pretenden convertir una fiesta deportiva en un acto de reivindicaciones políticas. El hecho de que se enfrentaran Euskadi y Catalunya deja algunas evidencias: una es el aparente desinterés que hubiera selecciones dispuestas a prestarse al juego y acudir al bolo, como Brasil en años anteriores –apariencia, cuidado, que las cuestiones del calendario son complejas– y otra el desdén por las selecciones de las restantes autonomías españolas, que tienen el mismo derecho a organizar sus partidos, y de hecho lo hacen sin armar tanto ruido. Que no hubiera otras autoridades en el palco de San Mamés salvo Juan José Ibarretxe y José Luis Carod-Rovira también es revelador. Una fiesta a la que no van otros invitados, en la que la grada se llena de bengalas, pancartas insultantes –contra quienes no piensan igual, obviamente–, incluso contra jugadores que son tan españoles como catalanes o vascos y que han defendido la camiseta española es otra cosa. Para quien sólo vea el partido, le puede dar igual. Quien vea la confraternización entre los radicales, verá que no es lo mismo. Y quien quiera comparar el fin que se pretende y los medios que se utilizan, no podrá por menos que sentir indignación, desprecio, indiferencia o como mínimo, vergüenza. Mezclar la política en una jornada llamada a la fiesta, a la conciliación y al deporte, y prestarse a ello sin alzar la voz ni pedir cordura, son actitudes reprochables. Por mucha justificación que pudiera tener, y por mucha indignación que sientan los aludidos. Que si lo son, será por algo.
