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ANÁLISIS DE DEPORTES

Riquelme, tanta gloria lleves como paz dejas…

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes02-12-2007

El tiempo pone a cada uno en su sitio, dicen. Y en el caso del Villarreal, la razón ha estado del lado de Manuel Pellegrini, un técnico poco conocido al lado de divos como Fabio Capello, José Mourinho y toda esa cohorte de aspirantes al banquillo de la selección inglesa. Un tipo sorprendente, ingeniero de minas, pero que fue futbolista en el Universidad de Chile –aunque algunos años después de su mejor época, pero todavía con su influencia– y mamó de un maestro como Fernando Riera, un tipo que no sólo se preocupó de desarrollar la táctica, sino que dio importancia a la sicología, a la mano izquierda para llevar a un grupo personas de características diferentes, tan variopinto, como es una plantilla de futbolistas. “Se trata de hacer tu trabajo con simplicidad, profesionalidad y exigencia personal. De convencer al jugador a través del juego, sin muchas horas de charla ni de pizarra, sino con el trabajo en la cancha. Convencer, no imponer”. Ahí es nada cuando los resultados pueden cambiar el rumbo de un equipo y marcan las urgencias. Ahora bien, el apoyo de Fernando Roig y José Manuel Llaneza en la directiva del club castellonense ha sido decisivo para mantenerse firme, durante un año, en la decisión de apartar del equipo a Juan Román Riquelme, que al final ha tenido que volver al único lugar donde su idiosincrasia, tan talentosa como rebelde, tiene cabida: Boca Juniors. El centrocampista se adaptó al esquema de Pellegrini: un pelotero lento con el balón y compañeros que se mueven con rapidez en busca de los espacios. Fueron los mejores momentos del submarino amarillo, con aquel penalti que le impidió llegar a la final de la Liga de Campeones en 2006. Pero después, Riquelme quiso ser el ombligo del equipo y, a pesar de los intentos de Pellegrini para que su actitud fuese menos egoísta y más solidaria con sus compañeros, no sirvió. Riquelme no oyó, no cambió su actitud y el club se vio obligado a no dejarle jugar, el peor castigo para un futbolista. Tan prepotente y poco respetuoso ha sido, aunque a distinta escala, como Ángel María Villar, aferrado contra viento y marea al cargo de presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF). En lugar de hacer autocrítica, de mantener una actitud de diálogo con una plataforma muy crítica, que primero presentó como candidato al ex secretario de la RFEF Gerardo González Movilla y que ahora encabeza el ex presidente del Mallorca, Mateo Alemany, prefiere mantenerse al abrigo de las loas de sus afines y otros pelotas. Lo peor, con todo, no es eso, sino el desprecio que muestra por los críticos: ¿será que después de veinte años, salpicado por sentencias judiciales, como la que reconoce la ilegalidad de los terrenos en los que se construyó la Ciudad del Fútbol de Las Rozas (Madrid), como la que condenó por malversación de fondos al vicepresidente de la RFEF… aún le queda motivo para ufanarse y estar empeñado en decir que el listo es él y que los tontos son los demás? Sólo por eso, el fútbol se merece una renovación, pero lo cierto es que Villar ha sido el más listo para moverse en las luchas de intereses y sacar tajada. Así nos va: la clasificación para la Eurocopa es un éxito… y con eso ya se ha conseguido todo, en lugar de tener la ambición de aspirar a ganar un título y no parar hasta conseguirlo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal