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SIN ESPINAS

De lonchas y bocadillos

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura3 min
Opinión30-09-2007

A lo largo de la historia ha habido personas de toda condición que han tratado de manera degradante a otras que tenían tendencias homosexuales. Este comportamiento fue, ha sido y será una falta de caridad injustificada que deberán expiar todos aquellos que la cometieron tanto de pensamiento, como de palabra, obra u omisión. Sin embargo, desde hace varias décadas hemos pasado de la burla, escarnio y marginación de estas personas, a la exaltación de las mismas por su mera condición sexual. El arquetipo cultural creado obliga al común de los mortales a tener que aplaudir cuando alguien declare el signo de sus apetitos sexuales. Estemos de acuerdo o no con dichas prácticas parece haberse establecido la necesidad de homenajear al susodicho como si se tratara de un excombatiente de la guerra de Vietnam o un superviviente de Auswitch. Es más, no basta con acoger la noticia con la máxima naturalidad que permita nuestra pose, sino que es necesario agasajar a esta “víctima” permanente de la injusticia social con un guiño o una mueca complaciente que rubrique nuestra adhesión incondicional a su proyecto de vida. Alguno más exagerado y ridículo suelta un: ¡Ánimo valiente, que estamos contigo! Estos modos sociales inoculados en el subconsciente colectivo son fruto del tremendo éxito cultural conseguido por el lobby gay, sin duda el más eficaz, potente y mejor organizado de nuestra Era; que además cuenta con el apoyo de otros muchos a los que les interesa destruir la moral cristiana -única que en la cultura occidental considera estás practicas como desviadas-. Gracias a su labor, las generaciones actuales de adolescentes siguen interiorizando con pasmosa hondura la misma cantinela con la que los más mayores crecimos. Algo así como que el homosexual es un perseguido social al que los malos no dejan tener los mismos derechos que a las demás personas. El fruto de la manipulación llega a elevar la condición homosexual a categoría humana generadora de derechos. Pero ¿qué persona por su tendencia sexual merece tener un derecho determinado? Esto no es fácil de entender porque se parte de la falsa creencia de que ser homosexual te quita algún derecho. Ni te da ni te quita porque es de la dignidad de la persona de la que subyacen los derechos y no de la condición sexual. Es decir, que de la esencia y la naturaleza de las realidades deviene aquello que le corresponde. Así, un trozo de pan en cuyo medio se coloca una loncha de jamón adquiere la posibilidad de ser vendido como un bocadillo. Así lo que constituye la esencia del bocadillo es la unión del pan con algún otro alimento distinto del pan. Sin embargo, una loncha de jamón sola no tiene la posibilidad de ser vendida como bocadillo. No por un mero capricho que le niegue a la loncha ser vendida como bocadillo sino porque simplemente no es un bocadillo. Tampoco se le discrimina respecto de un trozo de pan sin nada, el cual tampoco puede pedir que se le venda como un bocadillo de nada porque no es un bocadillo. De hecho, si alguien aceptara comprar alguno de los dos últimos productos a precio de bocadillo o bien es tonto o bien se lo han vendido muy fenomenal para engañarlo. De la misma manera, ninguna persona, sea de la condición sexual que sea, puede reivindicar para sí ningún derecho. Los derechos son objetivos a la dignidad humana, es decir, realidades objetivas que constituyen a la persona; por lo que hacer ley lo que no se extrae de esa naturaleza -de la que el propio hombre no se puede sustraer- es un fraude de ley. Es vendernos lonchas de jamón a precio de bocadillos.

Fotografía de Javier de la Rosa