SIN CONCESIONES
Referéndum en mi casa
Por Pablo A. Iglesias
2 min
Opinión30-09-2007
Vivo en un piso de Madrid. Cada mes pago 90 euros de comunidad, pero antes del verano se aprobó una derrama para arreglar el tejado y desde entonces el recibo ha subido a 200 euros. A mí me parece un abuso y por eso he optado por ponerle fin. El referéndum que Juan José Ibarretxe quiere celebrar en el País Vasco me ha dado una idea. He tomado la decisión de convocar una consulta popular en mi casa para dejar de pagar a la comunidad. El éxito de la votación está garantizado, pues mi mujer está de acuerdo. Sabe que con los 200 euros que vamos a ahorrarnos podemos irnos de cena e incluso de fin de semana muy a menudo. Lo que no sé es si los vecinos estarán conformes, pues voy a seguir viviendo en mi casa. Yo quiero independizarme de las responsabilidades vecinales pero ellos no paran de quejarse mientras mi mujer y un servidor nos preguntamos: ¿acaso no podemos ser lo que nosotros queramos? El problema de mi casa sería una barbaridad de no tratarse de un ejemplo para comprender la verdadera dimensión del desafío planteado por Juan José Ibarretxe. Quiere abrir un proceso de autodeterminación del País Vasco pero, como no se atreve, lo disfraza de consulta popular para ocultar sus ansias independentistas y sus responsabilidades legales. Como el referéndum carecería de validez legal, apela permanentemente a la capacidad de decisión de los vascos para disfrazar con tintes democráticos su decisión irresponsable y oportunista. El lehendakari ha olvidado a propósito que la única soberanía que reconoce la Constitución es la expresada por el conjunto de los españoles y no sólo por un pequeño porcentaje de ellos. Dicho en otras palabras, una parte jamás puede tomar decisiones en nombre del todo. Ibarretxe es consciente de ello pero hacer como si no lo supiera pese al principio inquebrantable de que el desconocimiento de la ley jamás exime de su cumplimiento. Lo peor de esta situación es que Ibarretxe juega a querer la independencia mientras disfruta los privilegios que posee el Gobierno vasco por su inclusión en España. A las ventajas fiscales incluidas en el concierto económico hay que sumarle los miles de millones de euros del cupo que el Estado paga anualmente al País Vasco. Es algo así como si, además de tener calefacción central y agua gratis en mi casa, la comunidad de vecinos me pagara todos los meses la factura del gas y la electricidad. Si yo llegara a esa situación, no tengo la menor duda de que mis vecinos me pondrían un peaje por salir al descansillo de la escalera. No digamos si, además, amenazo con convocar un referéndum de autodeterminación para dejar de pagar los 200 euros mensuales de la comunidad. En tal caso, seguro que me cortaban por anticipado el agua, la calefacción e incluso el teléfono para que pudiera comprobar antes de tiempo las consecuencias que tendría independizarme. Con Ibarretxe, a muchos españoles nos gustaría hacer lo mismo.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito