SER UNIVERSITARIO
Información y felicidad
Por Álvaro Abellán
2 min
Opinión30-09-2007
“Son los hombres más libres, más felices, más poderosos a medida que saben más; las naciones más civilizadas y grandes según el grado de ilustración y desarrollo a que han llegado”, decía el ideario de El Español, el primer gran diario español, a estilo de cómo serán los del siglo XX. Nació en 1835 y de él diría Larra que es “el mejor, indudablemente, de Europa”. Podemos decir que aún hoy ésta es la tesis que subyace bajo la llamada “Teoría del periodismo”. La formulación, no obstante, es demasiado ambigua para unos profesionales que presumen escribir con claridad y concisión. ¿Es lo mismo sabio que ilustrado? ¿Es condición para la grandeza el desarrollo técnico? ¿De verdad van tan de la mano felicidad y poder? ¿No era precisamente el feliz sabio griego el que evitaba gobernar? ¿No fue el doctor Frankenstein, al contemplar su criatura, el que se arrepintió de jugar con tanto poder y ciencia? Las ideas que laten bajo esa propuesta teórica, que es la misma de la que hoy beben muchos medios de comunicación -cuando beben de alguna-, son las ideas de la ilustración, especialmente del modelo francés. Hasta bien entrado el siglo XVI, un español podía reconocerse a un tiempo materialmente pobre y de espíritu tan grande como cualquier rey; podía ser analfabeto y saberse listo y educado; podía rebosar de felicidad sin tener poder alguno. No es que el español amara la pobreza o el analfabetismo; sencillamente, sabía que la grandeza y la felicidad estaban en tareas más hermosas que acumular poder o conocimiento enciclopédico. Así lo refleja la primera prensa española, y así lo reflejó antes Cervantes, sin que la primera y el segundo sean sospechosos de menospreciar el cultivo de las letras. El ex presidente Adolfo Suárez da un buen repaso a la idea de que el poder es felicidad, así como del poder y el papel de la prensa, en una gran entrevista inédita hasta ahora que publicó la pasada semana Abc. Si el periodismo es capaz de aprender de sus errores, de escuchar a sus entrevistados, de reflexionar sobre sí mismo, tal vez pueda repensar sus fundamentos teóricos y proponernos una prensa que, no sé si nos hará más poderosos, desarrollados o ilustrados pero que, seguro, seguro, que no podrá dejarnos tan pesimistas, enfadados y enfrentados como lo hace actualmente.