SER UNIVERSITARIO
El último examen
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión02-09-2007
Llega septiembre y no puedo evitar hablar de exámenes. Me pasa cada año, pero no crean, que no tiene que ver con mi etapa estudiantil, ni con la de profesor universitario. Tiene que ver con algo mucho más grande que una materia, un curso o incluso un título. Tiene que ver con la vida toda. Con la de cada uno. Con la propia. El examen al que nos enfrentamos en septiembre, tras el paréntesis vacacional, es el examen de la vida. Un chaval lleva 30 minutos intentando aparcar en Madrid (tarea difícil). Encuentra un hueco bastante justo y empieza la maniobra. Una señora pasa por la derecha, sonríe avaramente, y arquea las cejas, entre divertida y burlona, y con la mano derecha y ya mirando al frente parece decir: “No-no, no te va a caber, chavalote” (¡y sí que cabía!) Un giro de volante después, aparece a la izquierda una sonrisa generosa, y detrás unos ojos enormes, y detrás una chica joven que explica: “¡Perdóname! ¡Lo he aparcado fatal! Ahora lo muevo un poco para que entres mejor!”. “No te preocupes, responde el chico”, pero ya era tarde: movió el coche y volvió con su sonrisa a la terraza donde había dejado amigos y cerveza. La vida es un examen continuo. A cada minuto tenemos la oportunidad de responder bien, de responder mal e incluso de dejar el examen en blanco, como si no tuviéramos nada que decir de nosotros mismos. Hay tantas respuestas posibles como personas; e incluso respuestas aparentemente similares perfectamente constructivas o terriblemente desoladoras, dejan una huella única, personal, irrepetible. ¿Qué nota pondrían ustedes a las dos mujeres del párrafo anterior? Casi todas las civilizaciones nos prometen un juicio, una nota final en el examen de la vida. La nuestra, hija del Evangelio, nos asegura que al final de los tiempos seremos examinados en el amor. ¿Cuánto habremos sumado en todos los minutos de los que disponemos? ¿Cuánto habremos dejado de sumar? ¿Cuánto habremos restado con actitudes nada constructivas? ¿O seremos tan pasotas que habremos dejando todas las páginas en blanco? Llegamos con las pilas cargadas tras el descanso veraniego. ¿Qué tal si sumamos unos cuantos puntos de aquí al próximo achuchón de buenas intenciones, que será la Navidad? No tenemos que esperar al mes en que toca ser buenos para acumular puntos. Podemos hacerlo cada día y, al revés que en la desoladora Narnia (donde “siempre es invierno, y nunca Navidad”), hacer de nuestra vida un tiempo donde cada noche sea buena y cada día, año nuevo. Así, al final de los días pasaremos con nota, a nuestros ojos y los de los que nos quieren, el último examen, el examen más importante de la vida, el examen del amor.