SER UNIVERSITARIO
Tengo una pregunta para usted
Por Álvaro Abellán
3 min
Opinión22-04-2007
El original formato de TVE en el que 100 ciudadanos preguntaron primero a Zapatero y luego a Rajoy me confirma en tres tesis, sostenidas en otras ocasiones, que no están exentas de nuevos interrogantes. La primera, sobre la inexistencia de una reflexión sobre el supuestamente cualificado papel del periodista. La segunda, sobre el tremendo poder manipulador de los formatos supuestamente más objetivos. La tercera, sobre la frescura política que arroja un Rajoy clásico, frente a la tan pasada de moda -por supuestamente moderna- pose tele-mediática de Zapatero. Vamos con la primera. Si la cumbre del programa informativo consiste en un programa (bandera del llamado “periodismo ciudadano”) en el que quienes preguntan son personas “de la calle”, ¿para qué una facultad de periodismo? ¿para qué cualificar profesionalmente a entrevistadores? O, mejor aún: ¿cómo es posible que profesionales supuestamente cualificados lo hagan peor, llamen menos la atención e incluso tengan preguntas menos ingeniosas y comprometedoras que ciudadanos de a pie? O bien esos programas no son información, sino “productos de marketing”; o bien la figura del periodista sobra; o bien lo que conviene es repensar qué formación y exigencias se debería tener con quienes tienen la responsabilidad de velar por el derecho a la información en este país. Cabe otra posibilidad que entronca con mi segunda tesis: tal vez el periodista no sea ya un profesional de la información, sino de la manipulación. Baste conocer cómo seleccionaron a los ciudadanos, a quién se dio a la palabra, a quién se acalló, cómo se les examinó previamente antes del debate y demás manipulaciones que no se vieron delante de las cámaras. Para quien no se fíe de testigos partidistas, que examine con honestidad ambos programas, especialmente las primeras y últimas preguntas que concedió Milá -o que le dijeron que concediera- en ambas entrevistas. Resulta repugnante observar cómo decenas de ciudadanos son utilizados en su supuesto minuto de gloria para dar la impresión de credibilidad, de objetividad, de hacer hablar a la calle o de tele-realidad cuando todo es un montaje tan falso como el de los suicidas en el atentado del 11-M. Mi tercera tesis, la de la frescura de Rajoy frente a la falsedad mediática de Zapatero, viene sostenida por los índices de audiencia. Es insólito que el líder de la oposición gane por goleada en audiencia al presidente del Gobierno: el minuto de oro de Rajoy sumó medio millón de espectadores más que el de Zapatero. Con otra peculiaridad: mientras que Zapatero fue perdiendo audiencia a lo largo de sus interminables y propagandistas intervenciones -que no respuestas-, Rajoy sumó espectadores a medida que solventaba con mayor celeridad y precisión cada una de las preguntas (llegó a contestar a casi el doble de ciudadanos que Zapatero). Es verdad que Rajoy no dijo su sueldo, sin duda muy superior al de la anciana, aunque bien podía haber dicho que ganaría más ejerciendo su profesión -registrador de la propiedad- que como líder de la oposición. Robó Rajoy la bandera a Zapatero -quien la ha usado, por vez primera en acto oficial de partido, ¡en Francia!, al apoyar a Royal-; le robó también el discurso de Estado en aquella gran manifestación contra el trato de favor a De Juana; y ahora le ha robado la audiencia de TVE. Y en lugar de hacer política de verdad, Pepino sigue hablando de sueldos. Así les robarán también la siguiente.