SIN CONCESIONES
Tele-formación
Por Pablo A. Iglesias
4 min
Opinión22-04-2007
La última moda en televisión consiste en retransmitir la mutación física de una mujer acomplejada con sus defectos e inconforme con sus carencias. Lo llaman cambio radical como si transformar la apariencia de una persona perfeccionara también sus virtudes intelectuales, psíquicas y emocionales. No deja de ser curioso que, en estos tiempos de feminismo exhacerbado y equiparación de ambos sexos, haya programas que tratan a las mujeres como si no hubiese nada más importante que su cuerpo. Sorprende, además, que precisamente sea una mujer la que dirige, coordina y presenta semejante teatro tan poco edificante y formativo para miles de chicas que toman como modelo a imitar cuanto sale por la pequeña pantalla. De igual modo, suelen ser también féminas quienes mayoritariamente asisten mañana, tarde y noche a los espacios de chismes para airear sus intimidades. Lo de menos es si insultan, mienten, inventan o exageran las historias. Todo sea por el espectáculo. Con semejantes sainetes, las cadenas no sólo incumplen el deber profesional y sus funciones sociales sino que denigran el Periodismo. Sin embargo, no les importa. En su feroz lucha por la audiencia, olvidan su misión formativa hasta el punto de empujar al público hasta el coma cerebral. Mejor una serie sobre fantasmas que un documental histórico. Mejor un reality en una isla caribeña que una entrevista en profundidad. Mejor un largometraje apocalíptico de tres horas que treinta minutos de rigurosa información. Todo se rige por una sencilla regla de tres: a más bajo nivel cutural, menor esfuerzo para el intelecto y, por lo tanto, mayor posibilidades de difusión. Supuestamente, esta es la razón del éxito que tienen las charlas absurdas delante de una máquina de café o las discusiones televisadas entre personajes con quince minutos de fama. Esta sencilla fórmula se viene abajo a la luz de los datos. Por milagro que parezca, un programa de dos horas de información ha alcanzado el glorioso mérito de ser el más visto de la semana. No se trata de la Fórmula 1 de Fernando Alonso, ni de las series prolibertinaje de Telecinco ni de los encuentros europeos de fútbol ni del último estreno cinematográfico en la pequeña pantalla. Se trata de todo un éxito para dos personas con mucho menos glamour que Ana Igartiburu, menos credibilidad que Matías Prats, menos gracia que Manel Fuentes, menos capacidad de improvisación que Florentino Fernández y mucho menos sorprendentes que el doctor House. Ninguno de estos consigue seis millones de audiencia en sus programas. En cambio, sí lo han logrado dos dirigentes políticos como José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Zapatero y Rajoy, Rajoy y Zapatero han sumado su primer gran triunfo esta legislatura. A falta de consenso, leyes necesarias y propuestas fundamentadas, la mejor contribución que juntos han hecho a España durante estos tres años es demostrar que la política interesa, es necesaria y tiene audiencia. Cada uno de ellos se ha enfrentado a las preguntas de 100 ciudadanos que, con mayor o menor preparación, tenían inquietudes y perspicacia suficiente para poner en aprietos con sus preguntas nada más y nada menos que al presidente del Gobierno y al jefe de la oposición. Muchos tertulianos y periodistas de partido deberían tomar nota de la frescura e independencia de ese centenar de privilegiados capaces de tratar de tú a tú a las máximas autoridades del país. Frente a esos programas de quirófanos de estética o esos otros gallineros de carmín, el nuevo espacio Tengo una pregunta para usted apuesta por la información y la formación. Quienes suelen decir que la política no interesa se han quedado sin argumentos ante el éxito abrumador en audiencia de Rajoy y Zapatero. Claro que interesa la política porque de ella dependen nuestras vidas, nuestros sueldos, nuestro país, nuestro futuro... No sólo de series y películas vive el hombre. Al homo videns del siglo XXI le preocupa algo más que la apariencia física de las mujeres o una tonta conversación delante de un expresso. Porque detrás de cada hombre hay un periodista en potencia, una persona curiosa y deseosa de saber. Hoy es la política pero mañana llegará el turno a la literatura o la historia. Frente a esa telebasura insultante para el intelecto, al menos seis millones de personas reclaman más información sin manipulación. Porque no hay nada más transparente que un gobernante interrogado por sus propios ciudadanos.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito