ANÁLISIS DE ESPAÑA
Un gran silencio
Por Alejandro Requeijo
2 min
España18-02-2007
Hay silencios que valen más que mil palabras. En ocasiones, pueden llegar a ser incluso más poderosos y efectivos que el mejor de los discursos. Ya sea por respeto o por simple desconocimiento, ya sea por dejadez o con un sentido intencionado, generalmente, los silencios encierran un significado mucho más amplio de lo aparente. Tan sólo hay que saber interpretarlos. El último ejemplo ha sido el resultado del referéndum sobre el nuevo Estatuto de Andalucía. Apenas un 36 por ciento de los andaluces se tomaron la molestia de dejar a un lado los quehaceres diarios para ejercer su derecho al voto. A partir de ahí, lecturas hay para todos lo gustos. La clase dirigente andaluza ha optado por achacar el pasotismo de su electorado al buen tiempo, los carnavales o el exceso de confianza. Argumentos cuando menos banales que dicen muy poco de la clase dirigente que los esgrime. ¿Cómo alguien, por muy político que sea, puede congratularse por la aprobación de un nuevo estatuto sabiendo que la inmensa mayoría de sus destinatarios ha preferido irse de chirigotas el día del referéndum?. Mal vamos con unos políticos dispuestos a conformarse con este tipo de excusas. Peor vamos con unos dirigentes sin el propósito de asumir el mensaje que encierra el silencio de sus ciudadanos. La reacción de pueblo andaluz exige un debate más profundo que un bonito día de playa. La alta abstención en la consulta andaluza ni siquiera responde al interés de castigar a un político o una formación determinada, tal y como argumentó algún partido. En realidad, el silencio de los andaluces es el mismo que meses antes interpretaron los catalanes. Es una reacción de rechazo a una forma nueva de hacer política. Un castigo general, y podría decirse incluso que involuntario, a esa democracia de consumo. La respuesta a un sistema cada vez más sustentado sobre la invención constante de falsas necesidades dejando a uno lado lo que realmente importa. La responsabilidad de los dirigentes debería llevarlos a aceptar el resultado de este referéndum más allá de la victoria del sí. Podrían empezar por cambiar las reglas de un juego cada vez menos democrático y más participativo. Así lo exige la indiferencia de los ciudadanos. No obstante el principal inconveniente que tiene el silencio es su facilidad de manipulación. La ausencia de palabras le hace vulnerable a los intereses de los malintencionados. Se puede moldear en función de las necesidades, del momento y del lugar. Pero eso sí, sólo a corto plazo. Y es que, a diferencia de las palabras, al silencio nunca se lo lleva el viento.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio