ANÁLISIS DE ESPAÑA
¿Sirve de algo manifestarse?
Por Alejandro Requeijo
3 min
España26-11-2006
El hombre, por naturaleza, es un ser inquieto que tiende a preguntarse siempre por el entorno que le rodea. Desde los tiempos más primitivos, la existencia humana ha estado ligada a todo tipo de cuestiones. Algunas de fácil respuesta y otras más complicadas, como el sentido propio de la vida. Preguntas al fin y al cabo que todos nos hacemos en algún momento de manera irremediable. Dentro de esa categoría que podríamos calificar como “ineludibles” se encuentra otra de las grandes dudas de nuestra era democrática. ¿Qué sentido tiene manifestarse?. España recuerda especialmente aquel verano del 97. ETA acababa de asesinar a un joven concejal de Ermua y cientos de miles de personas salieron a la calle para, de manera pacífica, entonar un rotundo “¡Basta ya!”. Con la única arma de unas manos pintadas de blanco, aquellas personas plantaron cara a los asesinos que horas antes habían asestado un tiro en la nuca a otro inocente más. Pero, pese al carácter especial e histórico de aquella manifestación, desgraciadamente no ha sido la única. Dejando a un lado el asco y el rechazo que puedan generan ciertos personajes, uno intenta hacer un esfuerzo de abstracción y ponerse en la piel del asesino. El objetivo no es otro que constatar el efecto que este tipo de concentraciones puedan tener en la conciencia de un criminal. La reacción que suscita en un individuo de suficiente sangre fría para quitarle la vida a una persona. Uno se los imagina en sus escondites frente al televisor. ¿Se sorprenderán?, ¿Les provocará algún atisbo de arrepentimiento?, ¿O por lo contrario se echarán a reír orgullosos de su atrocidad?. En definitiva, ¿Sirven de algo las manifestaciones?. A día de hoy muchas de esas dudas se mantienen. Principalmente por la incapacidad de entender que se le puede pasar por la cabeza a una persona que está dispuesta a asesinar a un padre que camina de la mano de su hijo. Precisamente esto es lo que convierte en un error acudir a una manifestación pensando en el efecto que pueda causar en los asesinos. Simplemente el hecho de preguntarse si sirve de algo ya es una equivocación. ¿Sirve de algo amar?, ¿Sirve de algo decir a alguien que le quieres? ¿Sirve de algo dar apoyo a un amigo cuando más lo necesita?. Una manifestación tiene sentido desde el momento en el que sirve para estar al lado del que sufre. Eso bien merece una tromba de agua o incluso las risas del asesino. Ahora, lo que sí que es nuevo es tener que preguntarse en qué piensa un Gobierno para no prestar atención a las protestas ciudadanas. Uno se los imagina ahí en sus despachos frente al televisor ¿Sentirán algún atisbo de arrepentimiento?. De nuevo la pregunta pero distinto destinatario, ¿Servirá de algo?. De nuevo el planteamiento equivocado. Por desgracia, ya sea contra ETA o contra Iraq, las manifestaciones se conciben ahora como algo molesto para los políticos. Algo así como un ataque directo a su gestión. Por ello, prefieren mirar para otro lado antes de abordar las críticas y que esto se pueda entender como una aceptación del error cometido. Todo ello a costa de una de las pocas expresiones ciudadanas que sobrevivía a la insaciable partitocracia. Algo ha tenido que fallar para que una manifestación sea un acto político más. Qué ha pasado para que una concentración sólo importe en la medida en la que se vea reflejada en una encuesta del CIS. De nuevo la democracia reducida al simple gesto de meter un papelito en la urna. Que pena. En cualquier caso el sentido de una manifestación siempre será el mismo. Pese a la lluvia, la risa del asesino o el interés del político.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio